“Como está escrito: ‘No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Romanos 3:10-12
Fue surrealista y grotesco a la vez. Allí estaba Scott Peterson, declarado culpable del homicidio tanto de su esposa como de su niño no nacido. En la ejecución de la pena capital (mientras en los Estados Unidos la gente miraba boquiabierta en directo la televisión por cable), ambas madres fueron llevadas ante el tribunal para dirigirse al jurado. Primero fue la madre de Laci Peterson, que en aquella sala de justicia en total silencio lloró y gritó improperios contra Scott por tomar la vida de su hija y del niño no nacido. A continuación, se dirigió al jurado la madre de Scott Peterson. También lloró al rogar por la vida de su hijo. Dos madres que rogaban por sentencias diametralmente opuestas.
¿Será así en el juicio final, cuando Dios ratifique su selección de los elegidos? ¿Una voz furiosa que grite buscando nuestra ejecución? ¿Otra voz ahogada en lágrimas rogando que se nos perdone la vida? ¿Soy culpable o no culpable, perdido o salvo? ¿Y a qué madre creerá el jurado?
Afrontémoslo: Si es cuestión de culpa o inocencia, todos perdemos, ¿no? Igual que Scott Peterson. Porque, ¿cómo podrían ser más claras las Escrituras? Nuestro texto de hoy declara que puedes buscar en el mundo entero y no encontrarás a nadie, ni a una persona, que sea inocente o justa. En este planeta, en la actualidad, ¡hay cero seres humanos inocentes! Lo cual significa que si fueses puerta por puerta en tu país, y luego puerta por puerta en todas las demás naciones de la tierra, tu metódica encuesta revelaría que ni un solo individuo en ningún domicilio de la tierra es moralmente inocente. “No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. No se puede ser más categórico, ¿no te parece?
Lo siento, Dios, ¡parece que tu búsqueda de los elegidos comienza con un enorme cero! Y, no obstante -y este es un enorme “Y, no obstante”-, la declaración de las Sagradas Escrituras, según venimos leyendo este mes, es igual de categórica al anunciar que Dios está reuniendo una comunidad de hombres, mujeres y niños (un movimiento, si lo quieres llamar procedentes de todos los puntos de esta tierra y ¡está declarando que son sus “elegidos”! Todos culpables y, pese a todo, de alguna manera, acaban siendo seleccionados por Dios. Si eso no es gracia, no sé qué lo sería.
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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