“Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían: ‘De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe’ Mateo 8:10
Llevo tres palabritas estampadas a la espalda: “Made in Japan” (Hecho en Japón). Nací en Tokio y pasé los primeros catorce años de mi vida como hijo de misionero en el país del Sol Naciente, que hoy cuenta con 130 millones de habitantes y con la mayor ciudad del mundo. ¿Los destruirá Dios a todos porque son paganos? Y, ¿qué decir de los mil quinientos millones de musulmanes que hay en el mundo? ¿Qué decir de los millones que hay en el Occidente pagano secularizado?
Un día que Jesús entraba en Capernaúm, un gentil -un no judío, un “pagano”-, centurión romano, se acercó al Salvador. Su amado criado yacía agonizante. ¿Tendría el Maestro la deferencia de sanarlo? Y cuando Jesús se ofreció a acudir a los aposentos del centurión, el militar romano objetó rápidamente que no era digno de hacer que Jesús entrara bajo su techo, pero que si tan solo se dignaba a decir la palabra, según propuso el comandante, “mi criado sanará” (Mat. 8:8). Y, según describe nuestro texto de hoy, ¡Jesús quedó asombrado! Llevaba meses recorriendo la tierra de “los elegidos”, aclamado a veces con alborozo por las masas, pero la mayoría de las veces rechazado por una jerarquía eclesiástica incrédula. Moviendo su propia cabeza admirado, Jesús se volvió al séquito que lo rodeaba y declaró: “No he hallado una fe tan grande, ¡ni siquiera entre ‘los elegidos’!”
Y entonces su remate se vuelve aún más incisivo. “Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (vers. 11,12). ¿Declaraba Jesús que los paganos de oriente (léase Japón o el islam) y occidente (léase ateos seculares y humanistas) se sentarán algún día en la mesa de banquetes de Dios, mientras los que habían empezado siendo “los elegidos” se perderían en su propia incredulidad? ¡Que Dios tenga misericordia de nosotros!
Que es precisamente lo que todos necesitamos, ¿no? Misericordia para los gentiles, misericordia para “los elegidos”, misericordia para todos nosotros. Evidentemente, el reino de los cielos y la misericordia divina operan con un paradigma que es incluyente, no exduyente. E igual de evidente es el hecho de que los que son elegidos al final son los que han estado a la altura de la luz (sea mucha o poca) que la misericordia y el amor divinos han hecho que brille en su senda.
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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