“Llámame y te responderé” (Jeremías 33:3).
La señora Berwick era la encargada de coordinar los trabajos sociales del Ejército de Salvación en Liverpool, Inglaterra. Tras muchos años de ardua labor, se acogió a los beneficios del retiro y dejó de servir en la organización. Cuando Londres estaba siendo bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, la gente andaba desesperada buscando refugio. A un grupo de personas se les ocurrió acudir a la sencilla casa de la hermana Berwick porque, según ellos, era un lugar donde podían hallar protección. ¿Sabes qué hizo la señora Berwick al ver a tanta gente en la puerta de su casa? Buscó una escoba y, agitándola a la derecha y a la izquierda, les gritó: “¡Váyanse, ya estoy retirada!” ¿Crees que hizo eso? No, claro que no. Los apoyó y además colocó un letrero en la puerta que decía: “Si necesitas ayuda, llama aquí”.
En cierta ocasión el rey Ezequías estaba atravesando por una situación bastante grave. Los ejércitos de Senaquerib, el despiadado monarca asirio, habían rodeado la ciudad de Jerusalén. Nadie podía entrar ni salir. Cada día los comandantes asirios lanzaban todo tipo de insultos contra el pueblo de Dios y se jactaban de haber destruido a naciones mucho más grandes y poderosas que Judá. El panorama lucía muy desalentador. Entonces, Ezequías recordó que servía a un Dios en cuya puerta se puede ver un letrero como el de la señora Berwick: “Si necesitas ayuda, llama aquí”. Fíjate en lo que hizo Ezequías: “En esta situación, el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amos, oraron y pidieron ayuda al cielo” (2 Crónicas 32:20).
Lo mejor de todo es que tan pronto solicitaron la ayuda divina, de inmediato el cielo actuó: “Entonces el Señor envió un ángel que exterminó a todos los soldados, capitanes y comandantes del campamento del rey de Asiria, quien tuvo que volverse a su país lleno de vergüenza” (2 Crónicas 32:21). ¿Alguna vez te has sentido como si te estuvieran bombardeando? ¿El enemigo te ha rodeado y todo parece indicar que no tienes escapatoria? Yo me he sentido así cientos de veces, y tengo que decirte que en esos casos lo mejor es buscar la ayuda divina. Nosotros podemos clamar: “Dios es el que me ayuda” (Salmo 54:4, RV95). Hoy el Señor te dice: “Si necesitas ayuda, llama aquí”.
“VISITA MI MURO, 366 MENSAJES QUE INSPIRAN”
Por: J. Vladimir Polanco
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