miércoles, 9 de marzo de 2016

AVANZANDO DE RODILLAS

“Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová, nuestro hacedor”. Salmo 95:6

Antes de que salgas aprisa de tu lugar de oración para enfrentarte con el nuevo día, hay una postura más que es vital. Sí, tú y Jesús, a través del Espíritu, han mantenido una “conversación” los últimos minutos. Cuando has abierto su Palabra, te ha hablado a través de la historia sagrada. Y, al meditar en su historia, tu propio corazón le ha contestado. Cada uno de esos minutos juntos es oración, ¿no? Por supuesto. Y, a su término, podrías salir de tu oratorio sabiendo que has mantenido un diálogo con Dios.
Sin embargo, ¿me permites que sugiera que finalices ese tiempo con Dios sobre tus rodillas? Es la conocida postura de la adoración. Y a esa postura nos invita el Salmista de nuestro texto: “Arrodillémonos delante de […] nuestro Hacedor”. Después de todo, es lo que la gente hacía a menudo cuando se aproximaba a Jesús. Te acordarás, cuando descendió del monte de la transfiguración, del padre desesperado que corrió hasta el Salvador y se arrodilló ante él (Mat. 17:14). Es la postura que adoptó la madre de Santiago y Juan cuando acudió a Jesús con una petición en nombre de sus dos hijos (Mat. 20:20). Bueno, ¡si hasta un leproso desesperado por curarse cayó de rodillas ante Jesús (Mar. 1:40)!
¿Por qué arrodillarse? Porque es un refuerzo físico y mental de que he estado adorando al Dios del universo. Sí, es mi Amigo eterno. Y, sí, Jesús sigue siendo el mismo compañero abordable que era hace dos mil años. Pero te recuerdo que, si tú y yo pudiéramos ver a Cristo como es hoy, nuestra respuesta no sería diferente en absoluto de la que tuvo su amigo terrenal más cercano. “Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto” (Apoc. 1:17). Cuando Jesús descendió al oratorio de su anciano amigo allí en aquel promontorio rocoso de Patmos en el mar Egeo -mientras Juan realizaba su culto personal ante Dios-, ¡ni siquiera su íntima amistad pudo atemperar la respuesta instantánea de Juan ante el Cristo glorificado! Cayó sobre su rostro ante él.
Es el mismo Jesús con el que te encuentras en tu propio oratorio. Así que finaliza de rodillas ante él tu tiempo de oración, aunque no se te conceda ver físicamente al Salvador glorificado… todavía. En esa postura tu mente y tu espíritu se sentirán desencadenados para adorar al Señor tu Dios “con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Mar. 12:30).
¿Qué mejor modo de andar con Dios que avanzar arrodillados?

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
#ElSueñoDeDiosParaTi #MeditacionesMatutinas #DevocionMatutinaParaAdultos #vigorespiritual #plenitudespiritual #FliaHernándezQuitian

No hay comentarios:

Publicar un comentario