miércoles, 9 de marzo de 2016

ES MEDIANOCHE

Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir. Éxodo 12:23.

Rápida y secretamente, los israelitas se prepararon para su última noche en Egipto.
Los padres, actuando como sacerdotes, ya tenían pintados con sangre los marcos de las puertas. Ahora, con corazones palpitantes y respiración contenida, esperaban. Más que cualquier otro, el primogénito de cada familia sentía una sensación de pavor mientras los minutos pasaban lentamente. El tiempo parecía quedarse quieto. La última plaga llegaría pronto; pero ¿cuán pronto?
¿Vería el ángel destructor la sangre en los marcos de las puertas y pasaría de largo?
A la medianoche, el ángel destructor cruzó la tierra, pasando por alto los hogares de los israelitas, y matando al primogénito de cada egipcio, “desde el primogénito de Faraón que se sentaba sobre su trono hasta el primogénito del cautivo que estaba en la cárcel” (Exodo 12:29).
¡Los egipcios habían sido tan orgullosos, tan seguros de sí mismos y de su creencia en sus dioses! Pero ahora, su orgullo se había rendido. Con rostros pálidos, el Rey y todos sus ayudantes estaban de pie, temblando con angustia y miedo ante la horrible cosa que había ocurrido.
“Faraón recordó entonces que una vez había exclamado: ‘¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel’ (Éxo. 5:2). Ahora, su orgullo, que una vez osara levantarse contra el Cielo, estaba humillado hasta el polvo; ‘hizo llamar a Moisés y a Aarón de noche, y díjoles: Salid de en medio de mi pueblo vosotros, y los hijos de Israel; e id, servid a Jehová, como habéis dicho. Tomad también vuestras ovejas y vuestras vacas, como habéis dicho, e idos; y bendecidme también a mí’ ” (Patriarcas y profetas, p. 285).
¡Imagina! Aquí estaba este rey tan listo, pidiéndoles a Moisés y a Aarón que lo bendijeran, ¡después de todo lo que había dicho sobre ellos y su Dios! Pero, como había recibido tantas maldiciones por las plagas, quería asegurarse de que algo bueno vendría.
La mejor bendición para él y su pueblo fue dejar ir a los israelitas. Faraón debía haber recordado que las plagas vinieron por su propia malvada obstinación. Y, si hubiera cooperado con Moisés y Aarón, el agua no se habría convertido en sangre, los sapos no habrían saltado por todos lados, la oscuridad no habría cubierto la tierra… Ninguna de las plagas habría ocurrido. Sobre todo, nunca habría pasado por allí el ángel de medianoche.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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