sábado, 26 de marzo de 2016

MOISÉS, ¡ESTÁS BRILLANTE!

Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios. Éxodo 34:35.

Moisés estuvo solo con Dios en la cumbre del monte Sinaí por cuarenta días y cuarenta noches. En algún momento durante esa larga estadía allí, el dedo de Dios tocó esas tablas lisas de piedra que Moisés había cortado y llevado consigo. Los Diez Mandamientos, profundamente grabados por Dios mismo, eran para ser preservados como un recordatorio de su carácter y una guía segura hacia la felicidad.
Dios no solo le dio de nuevo la Ley a Moisés, sino también le presentó todo el plan de salvación. Día tras día y noche tras noche, Moisés estuvo con Dios. Fue una expe- < riencia tremenda para Moisés. Todo lo que hubiera vivido durante su vida parecía sin importancia después de haber estado cerca de Dios.
Cuando finalmente Moisés bajó la cuesta empinada y entró en el campamento, Aarón y el resto del pueblo salieron deprisa a verlo; pero rápidamente se detuvieron en seco. Se comenzaron a alejar, por miedo a acercarse. Moisés no entendía cuál era el problema. No podía esperar para compartir con el pueblo lo que Dios le había dicho pero, cada vez que se acercaba, ellos se apartaban.
Finalmente, alguien tomó valor y se acercó a Moisés a la vez que cubría sus ojos. Señalando a la cara de Moisés y luego al cielo, Moisés asintió con la cabeza. Ahora entendía por qué habían estado tan asustados. Había estado tan cerca de Dios los últimos cuarenta días que su piel, en efecto, ibrillaba! ¡Estaba reflejando la luz del mismo rostro de Dios! iGuau! De allí en adelante, Moisés se tuvo que poner un velo sobre su rostro cada vez que hablaba con el pueblo.
El pueblo, incluyendo el mismo Aarón, estaba asustado porque sabía que había pecado. Ja culpa siempre genera esto en la gente. También le hace temer a Dios.
Si los israelitas hubiesen sido obedientes, la luz en el rostro de Moisés les habría traído gozo.
Así como Moisés tuvo que ponerse un velo sobre su rostro cuando hablaba con el pueblo, de la misma manera Cristo tuvo que velar su gloria cuando vino a la Tierra. No podía venir con el resplandor del cielo, o todos habrían huido. Jesús tuvo que velar su divinidad con humanidad para poder alcanzar a la gente.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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