“Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:17, NVI)
La coronación de Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano marcó un hito en la historia occidental. Dicha ceremonia, auspiciada por el papa León III, lo ratificó como el monarca más poderoso de Europa y lo catapultó como el paladín de la cristiandad. Dedicó su espada a conquistar nuevos territorios e imponer sus creencias religiosas. En sus dominios era de obligado cumplimiento la observancia del domingo como día de reposo, y la predicación del evangelio debía hacerse en la lengua vernácula del pueblo. Sin duda alguna blandía su espada para hacer evidente su poder político y religioso.
Su Joyosa, como le llamaban a su espada enjoyada, llegó a ser tan venerable que se difundieron distintos mitos en torno a ella. Un poema medieval titulado el Cantar de Roldan proclamaba que “nunca hubo una espada comparable; su color cambiaba treinta veces al día”. Otro mito aseguraba que la Joyosa poseía vida propia y que en su empuñadura se hallaba una de las reliquias más importantes del cristianismo: uno de los clavos que se usaron en la crucifixión de nuestro Señor.
Es lamentable que la espada de Carlomagno haya impuesto la norma de conducta y doctrina de miles de personas durante ese período de oscurantismo que vivió Occidente. Sin embargo, hay mucha gente que todavía sigue permitiendo que distintas “espadas” modelen su estilo de vida y determinen sus valores morales.
Para nosotros solo hay una espada que puede prescribir la ética regulatoria de nuestras vidas: la Palabra de Dios. El apóstol Pablo se refirió a la Biblia como “la espada del Espíritu” (Efesios 6:17). Esa “espada” no pertenece a ningún ser humano, es “del Espíritu”; y, a diferencia de la Joyosa, esta sí es una espada “viva”. Elena de Whi te expresó una gran verdad cuando escribió: “Aquel que por fe recibe la Palabra, está recibiendo la misma vida y el carácter de Dios” (Palabras de vida del Gran Maestro, p. 20). Es decir, cuando recibimos la Palabra de Dios nos apropiamos de los nutrientes necesarios para crecer en gracia y santidad. Te animo a que puedas blandir por ti mismo esa sagrada espada, que es más poderosa que la de Carlomagno.
Tomado de Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
“VISITA MI MURO, 366 MENSAJES QUE INSPIRAN”
Por: J. Vladimir Polanco
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