“Porque el Señor hizo en seis días el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y descansó el día séptimo. Por eso el Señor bendijo el sábado y lo declaró día sagrado’’. Éxodo 20:11, DHH
¿Has conocido alguna vez a gemelos idénticos? La mayoría lo hemos hecho. ¡Qué creación tan asombrosa son! Ves a uno y piensas en el otro. Buscas a uno y encuentras a los dos. ¿Y cuando están vestidos igual? ¡Socorro!
Puede que te sorprenda saber que el sábado tiene un hermano gemelo. Y no, no es el viernes ni el domingo. ¿Quién es? Al medir el tiempo en este planeta, los seres humanos hemos recurrido a los cielos a modo de reloj. Calculamos la duración del largo viaje de la Tierra alrededor del Sol, y la llamamos año. Medimos la duración del viaje de la luna alrededor de la Tierra y la llamamos lunación o mes. Calibramos una sola rotación de la Tierra sobre su eje y declaramos que era un día de veinticuatro horas. Pero, ¿qué medimos, qué movimiento celeste calibramos para idear nuestra semana? Nada. No hay ninguna evidencia astronómica (ni astrológica) de nuestra unidad septenaria de tiempo, la semana de siete días.
Según observó Robert Odom con perspicacia: “La semana de siete días no es una división de tiempo natural, y no está relacionada con los movimientos de ninguno de los cuerpos celestes. El registro de la creación del Génesis, el decálogo y la ley mosaica muestran claramente que fue una institución divinamente establecida y es hermana gemela del sábado” (Sunday in Román Paganism, p. 241; la cursiva es nuestra).
Tanto el relato de la creación en Génesis como el cuarto mandamiento en Éxodo revelan un vínculo sagrado entre la semana de siete días y el sábado. Lógicamente, la única razón de la semana septenaria era que la raza humana pudiera seguir la pista al sábado y su cita semanal con su Creador. Porque “el sábado será un día de descanso, un día dedicado a mí” (Éxo. 20. 10, TLA). Así que no debería resultar sorprendente que la serpiente convertida en dragón desahogara su furia diabólica en ambos dones divinos relativos al tiempo: no sorprende que los siete días de la semana acabaran recibiendo los nombres de los dioses de la astrología, y tampoco lo hace que su falso día de reposo recibiera en varios idiomas el nombre del dios sol. Todo porque no sorprende que el Dios de los elegidos escogiese un día solo para ellos. Y para él. Al final de cada semana.
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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