sábado, 9 de abril de 2016

UNA SERPIENTE DE BRONCE

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Juan 3:14,15.

Los israelitas estuvieron de luto por la muerte de Aarón durante treinta días. Después de ese largo período de aflicción, uno pensaría que el pueblo se habría tranquilizado. Pero, no.
Ahora estaban atravesando un valle caluroso y arenoso, y los viejos hábitos de murmuración comenzaron de nuevo.
La columna de nube todavía estaba con ellos. Tenían mucha comida y agua. Sus pies no se habían hinchado para nada durante todo el viaje desde Egipto. Sus zapatos y sus ropas no se habían deteriorado. No había ningún enfermo o persona debilitada entre ellos. Dios constantemente los había protegido manteniendo lejos a las bestias feroces de caza y a las serpientes venenosas. Pero ellos, a pesar de todo esto, todavía se quejaban. Comenzaron con reclamos que eran una nueva variación de los viejos temas. “Odiamos este pan liviano”, protestaron, refiriéndose al maná.
Dios los había protegido incontables veces pero, por su ingratitud hacia su cuidado, quitaría su mano protectora. El desierto estaba lleno de serpientes ardientes, llamadas así porque su mordedura causaba una violenta hinchazón y una muerte rápida. Ahora, estas comenzaron a atacar a un gran número de personas. Casi no había tiendas donde alguien no estuviera muriendo o ya muerto.
¡Serpientes vivas! Estaban reptando y mordiendo tan rápido que era espantoso. Todos estaban tan ocupados asistiendo a aquellos que habían sido mordidos o intentando proteger a aquellos que no lo habían sido que no tenían tiempo para murmurar. El pueblo ahora confesó su equivocación y se humilló ante Dios.
Dios le indicó a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la pusiese en una vara, de manera que quien fuera mordido pudiera mirarla, y vivir. Era un remedio muy inusual; ¿a quién se le ocurriría que podía ser sanado por mirar la imagen de una serpiente? A algunos les pareció que no daría resultado y murieron, simplemente, por rehusarse a mirar. Pero, para aquellos que miraron, hubo vida. Sabían que no había nada mágico en mirar a la serpiente de bronce, pero tenían fe en que era un símbolo de Cristo, quien se convertiría en pecado por todos.
Cuando miramos a Jesús, que fue levantado en una cruz, también podemos tener vida, el tipo de calidad de vida aquí y ahora que nos prepara para la vida que nunca terminará.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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