“Acuérdate del sábado para santificarlo […] porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó”. Éxodo 20:8-11
Considera el esqueleto humano que está colgado en el aula de biología, con sus 206 huesos. ¿Sabes de cuántas maneras diferentes pueden unirse entre sí 206 partes? Si hubiera solo una parte, sería 1×1 = 1. Dos partes serían 1×2 = 2. Tres partes, 1 x 2 x 3 = 6. Ya te haces la idea. Si haces eso para 206 partes diferentes, la respuesta es un enorme 10388, o ¡un uno seguido por 388 ceros! Ese es el número de maneras diferentes en que puede montarse un esqueleto de 206 partes, y solo una de esas maneras es la manera acertada.
Entonces, ¿cuál es la probabilidad de que todo se montara al azar? Jerry Bergman, cuyo segundo doctorado es en Biología humana, explora este asunto en un ensayo titulado In Six Days [En seis días] (editado por John Ashton). Si pudiéramos reordenar al azar esos 206 huesos una vez por segundo “a lo largo de cada uno de los segundos disponibles en toda la visión evolutiva estimada del tiempo astronómico (entre unos diez mil y veinte mil millones de años) […], la probabilidad de que se obtenga la posición general correcta al azar es inferior a una en diez mil millones de años” (p. 26). Y eso solo para el esqueleto. Considera los setenta y cinco billones de células que se calcula que tenemos en el cuerpo (diez mil millones de ellas en nuestra corteza cerebral por sí sola), teniendo presente que cada célula está compuesta de un sinnúmero de partes básicas y de muchos millones de proteínas complejas y de partes, lo que nos deja una “posibilidad nula” de que el esqueleto humano, por no hablar del cuerpo, pudiera haber evolucionado al azar (p. 27). En otras palabras, es estadísticamente imposible que un ser humano se ensamble por selección natural, ¡ni siquiera dándole veinte mil millones de años de ventaja!
Estas palabras del cuarto mandamiento están grabadas en la piedra con el dedo divino: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó”.
El desaparecido Stephen Jay Gould llegó a la conclusión de que los seres humanos somos “un magnífico accidente evolutivo que requirió sesenta billones de circunstancias contingentes” (p. 28). “¡No!”, proclaman los anales divinos, no somos en absoluto un magnífico accidente. Somos un tipo de seres creados y elegidos personalmente por el Dios del universo, creados y elegidos para llegar a ser sus amigos.
Para que nunca lo olvidásemos, nos dio el sábado. No es de extrañar que diga “Acuérdate”.
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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