Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!… y ella misma es inflamada por el infierno. Santiago 3:5,6.
Mientras David estaba escondido con su familia en la cueva de Adulam, otros que estaban huyendo del gobierno severo de Saúl se unieron a él. Pronto, David se convirtió en capitán de unos cuatrocientos hombres. Allí en el desierto, tenía un pequeño reino con orden y disciplina, como un ejército regular. David llevó a sus padres al rey de Moab buscando protección, e intentó quedarse en ese país extranjero, pero el profeta Gad, quien se había unido a David, le advirtió que huyera.
Se le informó al rey Saúl que David estaba escondido en la cueva de Adulam pero, cuando descubrió que su enemigo se había ido repentinamente, deslizándose entre sus dedos, se volvió loco de rabia. “¡Hay un espía en el campamento! ¡Traidores!”, gritó.
“¿Quién está ayudando a David?” Saúl estaba seguro de que se estaba tramando una conspiración a sus espaldas, y sobornó a sus hombres para que le contaran sobre cualquiera que se hiciese amigo de David.
El ofrecimiento de ricos regalos y de alto honor en el reino de Saúl llamó la atención de Doeg, el principal de los pastores del Rey. No solo era avaro, sino también quería vengarse de Ahimelec, el sacerdote que lo había reprendido por sus pecados. Doeg había estado en el Santuario aquel día en Nob, cuando David llegó. Ahora decidió convertirse en un informante. “Vi a Ahimelec, el sacerdote de Nob, darle a David no solo comida sino también la espada de Goliat”. Luego, con un brillo maligno en sus ojos, sugirió que allí podría estar la conspiración.
“La palabra de aquella lengua perversa, encendida por el mismo infierno, despertó las peores pasiones del corazón de Saúl. Loco de ira, declaró que debía perecer toda la familia del sacerdote” (Patriarcas y profetas, p. 714).
Pero sus guardaespaldas reales rehusaron obedecer una orden tan terrible. ¡No a los ministros de Dios! No los tocarían, ni siquiera si el rey Saúl estaba loco. ¿Qué podía hacer entonces? Todos se negaron, excepto un hombre: Doeg.
Con fervor satánico, Doeg mató a 85 sacerdotes, a sus familias y sus animales. Abiatar, uno de los sacerdotes, fue el único que escapó y huyó hacia donde estaba David. Después de oír las terribles noticias, David escribió el Salmo 52, que menciona la lengua afilada de Doeg. ¡Qué cosas espantosas puede hacer la lengua!
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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