El valor y la impaciencia pueden imponerse a todo, pero la necesidad nos enseña a ser sensibles. Ram Mohán Roy
¡Quién no sabe qué es sentirse realmente impaciente! Tanto, que a una le parece que la ira se le pone a un pasito y… ¡cuán fácil es ceder a ella! Así se sintió Moisés en dos ocasiones. La primera, en Egipto, que lo llevó a matar. La segunda, a las puertas de la tierra prometida, que lo llevó a morir.
“Moisés era un hombre muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra” (Núm. 12:3) y, sin embargo, hacia el fin de su vida, tuvo un arre- bato de impaciencia: “ ‘¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Haremos salir agua de esta peña para vosotros?’ Y alzando su mano, Moisés golpeó la peña con su vara dos veces” (Núm. 20:10, NVI). Como consecuencia de esos “dos golpes” recibió la sentencia divina: “No entrarás a la tierra prometida” (ver Núm. 20:12).
Tras las duras experiencias del desierto y del Éxodo, Moisés había llegado a ser un hombre de fe y paciencia, mucho más maduro y paciente que el jovencito que había matado al egipcio. Sin embargo, el abismo en el que cayó, a breves instantes de la gran meta de su vida, fue prácticamente el mismo, tantos años después. El término hebreo traducido como “golpeó” en Números 20:11, cuando Moisés hirió la roca, es el mismo que se traduce como “mató” en Éxodo 2:12, donde se narra el incidente con el egipcio: “Viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena”.
Por lo que revela el texto bíblico, Moisés tenía tendencia a “golpear” por su cuenta. Tendencia, eso sí, que había sido bastante superada gracias a la dependencia de Dios adquirida en el destierro. Pero bastante no es lo bastante, porque llegado el momento de la prueba, no sirven de nada nuestras propias fuerzas. El poder está únicamente en Dios, por eso “el justo por la fe vivirá” (Rom. 1:17), y no por sus propias capacidades.
hablar más de la cuenta, para no caer en la falta de dominio propio, sea del tipo que sea (elige tú la que mejor refleje tu debilidad), para no pecar…! Necesitamos que Dios intervenga en cada ocasión, pues todas estamos sujetas a las debilidades humanas.
“El justo por la fe vivirá” (Rom. 1:17).
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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