El evangelio no contiene nada que pueda dejar perplejo a nadie a menos que quiera voluntariamente quedar perplejo. Charles Spurgeon
Un policía de aduanas detiene a un camión que le parece sospechoso y ordena al camionero que salga del vehículo para registrarlo. Inspecciona meticulosamente la mercancía, retira las matrículas, los tapacubos y los parachoques, levanta las alfombrillas y desencaja los asientos, pero no encuentra ni rastro de ningún tipo de contrabando. El agente no tiene más remedio que dejar al camionero continuar su ruta.
Una semana después, el mismo camionero vuelve a atravesar la frontera. El policía, aún con más sospechas, nuevamente lo registra de arriba abajo, pero tampoco encuentra nada ilegal. Durante años se repite la misma escena, pero cada vez el agente utiliza métodos más sofisticados para intentar detener al contrabandista. Siempre con el mismo resultado. Tras toda una vida laboral, el agente va a jubilarse y, en su última guardia, reaparece el camionero: “Sé que usted es contrabandista, pero no sé qué carga transporta, ni dónde la esconde. Voy a jubilarme y le prometo que no haré nada, pero ¿podría decirme qué es lo que ha estado pasando y cómo?”, preguntó el policía. “Camiones”, respondió el contrabandista.
A veces nosotras actuamos como policías de aduanas. Inspeccionamos tanto a la persona que predica, nos complicamos tanto con ciertas doctrinas que finalmente son un misterio, u obligamos tanto al texto bíblico a encajar con nuestros conceptos racionales, que dejamos escapar lo obvio, de tan sencillo que resulta. Corremos así el riesgo de dejar pasar de largo la clave de la salvación. Porque la salvación es muy sencilla: se trata de confiar en Dios. No hacen falta métodos sofisticados de estudio, ni comprar grandes enciclopedias teológicas, ni apuntarse a un curso de griego o hebreo…
Cuando le preguntaron al renombrado teólogo Karl Barth cuál era la verdad más profunda que había aprendido a través de sus estudios teológicos, él contestó: “Sí, Cristo me ama, la Biblia dice así”.* Un simple canto infantil utilizó este erudito, autor de catorce gruesos volúmenes de teología, para remitirse a la esencia de la salvación. Así de sencilla; así de maravillosa. Mantengámosla así de comprensible, sin contaminarla con las filosofías que corren; todo es muy sencillo para quien somete su entendimiento a Dios “porque la oscuridad va pasando y ya brilla la luz verdadera” (1 Juan 2:8).
“Jesús dijo: ‘Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los sabios y entendidos'” (Mat. 11:25).
En esto creemos (Doral, Florida: APIA; México D. F.: GEMA, 2012), p. 119.
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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