martes, 7 de junio de 2016

RESPUESTA A LA REVERENCIA CON FUEGO

Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. Salmo 95:6.

Finalmente, llegó la hora en que Salomón comenzaría a construir el Templo para el Señor. El Rey contrató a los más talentosos de la Tierra para cada tarea, desde albañiles que colocaran piedras hasta carpinteros que construyeran muebles. Miles de trabajadores de todo el reino llegaron para usar sus habilidades especiales y talentos para Dios.
Durante la construcción, algo muy extraño estaba ocurriendo en el lugar. ¿Te has enterado alguna vez de que se haya levantado un edificio enorme sin hacer un solo ruido? Difícilmente. Los equipos de construcción, por lo general, son muy ruidosos. Pero ese no era el caso de la construcción del Templo de Salomón en el Monte Moriah.
El trabajo se continuó sin ruidos durante siete años porque los mejores cerebros del país determinaban el tamaño de cada tabla, viga o piedra antes de llevarla al lugar de construcción. La estructura completa fue cortada con anterioridad y luego armada por manos reverentes, que sabían que no estaban trabajando en una tarea común. ¡Nunca se oyó el sonido de hachas, martillos y serruchos porque estas personas estaban armando un edificio para el Rey del universo!
Cuando estuvo terminado, el Templo se veía radiante, tanto por fuera como por dentro, por el esplendor del oro, la plata, las piedras preciosas, la madera hermosa, las cortinas caras y los finos muebles nunca antes vistos por el hombre.
Ahora era el momento de dedicar el Templo. Se invitó a representantes de muchas naciones extranjeras. Se construyó una plataforma en el patio, de manera que todos pudieran ver fácilmente a Salomón cuando se arrodillara para ofrecer la oración de dedicación. Con sus manos extendidas hacia el cielo, pidió al Señor que estuviera con su pueblo y que aceptara el trabajo de sus manos. Justo cuando el Rey terminó su oración, cayó fuego del cielo, y consumió la ofrenda y los sacrificios. Los sacerdotes no podían entrar en el Templo porque la gloria del Señor lo había inundado.
Hoy no tenemos ofrendas que puedan ser consumidas, pero tenemos corazones que necesitan ser tocados por el Espíritu Santo. Esto no puede ocurrir cuando vamos a adorar masticando chicle, escribiendo notitas, hablando o riendo. La verdadera reverencia a Dios está inspirada por un sentido de su grandeza y por saber que él está allí.
Cuando tú y yo reconozcamos cuán grande es Dios realmente y creamos que está con nosotros todos los días, el Espíritu Santo tocará cada uno de nuestros corazones con fuego santo del Cielo.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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