“El amo dijo: ‘Bien hecho, mi buen siervo fiel. Has sido fiel en administrar esta pequeña cantidad, así que ahora te daré muchas más responsabilidades. ¡Ven a celebrar conmigo!'” (Mat. 25:23, NTV).
o parecía una buena candidata a tía favorita. MI tía Florencia tenía muchos problemas de salud desde su nacimiento. Tenía dificultades con la visión, con el oído, y su capacidad Intelectual también era limitada. Los problemas que tenía en los riñones hacían que se le hincharan las piernas. También tenía problemas para masticar. Pero, aunque poseía pocos “talentos”, la tía Florencia cuidaba muy bien de mí y de mis hermanas cuando éramos pequeñas.
Mis dos hermanas y yo pasábamos las vacaciones de verano en la casa de nuestros abuelos, en un pequeño pueblo llamado Antigo, en Wisconsin, Estados Unidos. Nos quedábamos en un cuarto en el segundo piso, y la tía Florencia siempre hacía tiempo cada tarde para llevarnos a lugares mágicos. Caminábamos lo que parecían kilómetros, hasta una estación de tren abandonada, para jugar sobre los cimientos de una vieja casa abandonada. Nos llevaba al parque o a la tienda de la esquina, para comprar paletas que nos ayudaran a refrescarnos en el calor del verano. Se sabía los nombres de los insectos y los pájaros que veíamos por el camino, y podía imitar el sonido de la mayoría de ellos.
Cuando jugábamos dentro de la casa, ella siempre nos convencía de jugar a algún juego de mesa, o nos contaba alguna historia. Nos gustaba meternos en su cama a escuchar historias de misioneros en otras tierras; aun cuando nuestras habilidades de lectura eran mejores que las suyas, por lo que muchas veces teníamos que enseñarle a pronunciar palabras desconocidas para ella.
El cuarto en el que dormíamos era el de ella, así que, contábamos historias en la oscuridad o compartíamos sueños que ni siquiera se los decíamos a nuestros padres. Cada mañana, la veíamos bajarse de la cama y arrodillarse para orar. Sus oraciones eran audibles, si les poníamos atención. Ella llevaba a cada uno de sus seres queridos hasta el Trono de la gracia, oraba por nuestra felicidad, por nuestra salud y por nuestra salvación. Sus oraciones aumentaron en intensidad a medida que fuimos creciendo y nuestras vidas se fueron complicando, así como nuestros errores alcanzaban mayores consecuencias. Los días para ella terminaban de la misma manera en que comenzaban: de rodillas. Ella alababa a Dios por la certeza del retorno de nuestro Salvador y por el momento en que lo escucharía decir: “Bien hecho, mi sierva fiel”.
Cuánto aprecio el legado de la tía Florencia. Un legado de amor y devoción, que ahora llevo conmigo para bien de mis sobrinos, por los cuales oro todos los días. Y cuando me siento tentada a no ser una buena sierva fiel, agradezco a Dios por los recuerdos de la tía Florencia, e inmediatamente me siento inspirada. Vicki Mellish
Tomado de lecturas devocionales para Damas 2017
VIVIR EN SU AMOR
Por: Carolyn Rathbun Sutton – Ardis Dick Stenbakken
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