“En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).
Conocemos a un Maradona; es mundialmente célebre. Y bien ganada tiene esa fama y popularidad, debido a su extraordinario talento para jugar al fútbol. Indudablemente, dentro de una cancha, Diego fue el mejor de los tiempos. No obstante, también es lamentablemente destacado por sus problemas extra deportivos.
Hoy quiero presentarte a otro Maradona. No posee tanta notoriedad, premios ni honores: Esteban Laureano Maradona. Nació un 4 de julio de 1885 en Esperanza, provincia de Santa Fe, Rep. Argentina; y murió un día como hoy, 14 de enero, de 1995. Pareciera un guiño del destino: alguien que nace en Esperanza dedica su vida a esparcir esperanza entre aquellos que, aparentemente, la perdieron.
Este médico rural, naturalista, escritor y filántropo, con modestia y abnegación, pasó cincuenta años de su vida en Estanislao del Campo, una remota localidad de la provincia de Formosa, en el norte de la Rep. Argentina. Su vida fue un ejemplo de bondad, altruismo, solidaridad y ayuda a las comunidades indígenas en lo económico, social y cultural.
Todo empezó el 9 de julio de 1935. El médico, de cuarenta años, viajaba en tren hacia Tucumán a visitar a su hermano. La vieja locomotora tuvo un desperfecto técnico y se detuvo en la localidad de Estanislao del Campo, para realizar un transbordo de pasajeros. Cerca, en medio del monte, una parturienta se debatía entre la vida y la muerte. Y allí fue Maradona, ante el desesperado pedido de un empleado ferroviario. Cuando regresó a la estación, el nuevo tren no lo había esperado. Encontró, en cambio, una multitud de enfermos pidiendo que los atendiera. Y ya no pudo irse.
Un poeta local le escribió este poema: Sea quichua, toba u ona, la tribu no importa mucho: La caridad llegó al indio, por manos de Maradona.
Hoy puede ser un día histórico. Piensa en el prójimo. Despójate de ti mismo. Sé solidario. Busca ayudar, ya sea de manera individual o mediante alguna fundación de beneficencia.
“Muchos piensan que sería un gran privilegio visitar el escenario de la vida de Cristo en la tierra […] Pero no necesitamos ir a Nazaret, Capernaúm y Betania para andar en las pisadas de Jesús. Hallaremos sus huellas al lado del lecho del enfermo, en los tugurios de los pobres, en las atestadas callejuelas de la gran ciudad y en todo lugar donde haya corazones humanos que necesiten consuelo. Al hacer como Jesús hizo cuando estaba en la tierra, andaremos en sus pisadas” (Elena de White, El ministerio de la bondad, pp. 122,123).
Tomado de lecturas devocionales para Jóvenes 2017
UN DÍA HISTÓRICO
Por: Pablo Ale – Marcos Blanco
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