“Moisés le respondió: ‘El problema es que si yo voy y les digo a los Israelitas: “El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes”, ellos me van a preguntar: “¿Cómo se llama?” V entonces, ¿qué les voy a decir?’ Y Dios le contestó: ‘YO SOY EL QUE SOY. Y dirás a los israelitas: “YO SOY me ha enviado a ustedes'” ” (Éxodo 3:13,14).
Yo solía pensar que podía controlar a mis maestros. Esta fue una de las muchas ideas erróneas que tuve durante mis años de secundaria. Esta creencia errónea pasó a un primer plano durante mi tercer año. Vivíamos en Phoenix, una ciudad calentísima todo el año. En un campus rodeado de pasto por todas partes, no vi razón alguna para usar calientes, pegajosos y sudorosos zapatos, de modo que decidí descalzarme. Por doquier -salones de clase, comedor, capilla y dormitorio- mis pies iban descalzos. Casi nadie prestaba atención a mis pies descalzos, pero la Sra. Ault, sí. Por alguna razón, se propuso calzarme. Técnicamente y por razones de seguridad, estaba escrito en el reglamento escolar que los estudiantes debían llevar siempre zapatos. Ella me lo recordaba cada vez que me veía, pero yo la ignoraba y la desafiaba: “Usted no es mi jefa”. Y.me iba pisando fuerte. Un día, me atreví a apoyar mis pies sucios sobre mi pupitre durante su clase. Ella me pidió que me pusiera los zapatos y yo le contesté: “Los dejé en casa”. Menudo espectáculo… Hasta que un buen día, ella llevó mi caso al Comité de Disciplina. A partir de entonces, me quedó claro que yo no era la jefa.
Los antiguos egipcios creían que, si lograbas descubrir el nombre de un dios, entonces lo podías controlar o invocar para que actuara como quisieras. Ese fue, probablemente, el motivo por el cual Moisés, un hombre altamente entrenado por los egipcios, le rogó a Dios que le dijera su nombre. Sin embargo, Dios no lo hizo. Él solo le respondió: “Yo soy el que soy” (en una traducción más exacta: “Yo soy el que existe realmente y por sí mismo”). Aquí Dios está haciendo una declaración muy directa: “Ustedes, los humanos, no son mis jefes, no pueden forzarme a hacer nada. Yo tengo el control. Yo estoy a cargo”. Eso me consuela. No quiero un Dios al que pueda controlar, porque entonces no sería realmente Dios.
Dios está en el control de este mundo, de tu vida y de tu futuro. MH
Tomado de lecturas devocionales para Adolescentes 2017
FUSIÓN
Por: Melissa y Greg Howell
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