«¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?». Job 38: 4
Puesto que el libro de la naturaleza y el de la Revelación llevan el sello de una Mente maestra, no pueden sino estar en armonía. Con diferentes métodos y lenguajes dan testimonio de las mismas grandes verdades. Aunque la ciencia descubre a cada momento nuevas maravillas, en su investigación no obtiene nada que, correctamente comprendido, discrepe de la revelación divina. El libro de la naturaleza y la Palabra escrita se iluminan mutuamente y nos familiarizan con Dios al instruirnos respecto a las leyes por medio de las cuales él actúa.
Sin embargo, algunas deducciones erróneas de fenómenos observados en la naturaleza, han hecho suponer que existe un conflicto entre la ciencia y la Biblia y, en los esfuerzos realizados para restaurar la armonía entre ambas, se han adoptado interpretaciones de las Escrituras que minan y destruyen el poder de la Palabra de Dios. Muchos consideran que la geología contradice la interpretación literal del relato del Génesis de la creación. Afirman que se requirieron millones de años para que la tierra evolucionara a partir del caos, y a fin de acomodar la Biblia a esta supuesta revelación de la ciencia, hay quienes suponen que los días de la creación han sido largos e indefinidos períodos que abarcan miles y hasta millones de años.
Semejante conclusión es completamente innecesaria. El relato bíblico es coherente consigo mismo y con las evidencias que nos ofrece la naturaleza. Del primer día empleado en la obra de la creación se dice: «Y vino la noche, y llegó la mañana: ese fue el primer día» (Gén. 1: 5, NVI). Lo mismo se dice en cada uno de los seis días de la semana de la creación. La Inspiración declara que cada uno de esos períodos fue un día con su anochecer y su amanecer, como cualquier otro día de los transcurridos desde entonces. En cuanto a la obra de la creación, el testimonio divino es: «Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió» (Sal. 33: 9). ¿Cuánto tiempo necesitaría para sacar la tierra del caos Aquel que podía llamar de ese modo a la existencia a los mundos innumerables? Para dar razón de sus obras, ¿hemos de violentar su Palabra? […]
Solamente mediante la ayuda de ese Espíritu que en el principio «se movía sobre la faz de las aguas» (Gén. 1: 2); de aquel Verbo por quien «todas las cosas […] fueron hechas»; de aquella «Luz verdadera que alumbra a todo hombre» (Juán 1: 9), puede interpretarse correctamente el testimonio de la ciencia.— La educación, cap. 14, pp. 115-120.
Tomado de lecturas devocionales para Adultos 2017
DE VUELTA AL HOGAR
Por: Elena G. de White
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