«De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida». Juan 5: 24
La biblia es la única norma de fe y de doctrina […]. Los que presentan el mensaje más solemne que se haya dado alguna vez al mundo deben disciplinar su mente para comprender el significado del mensaje que dan. El tema de la redención soporta el estudio más minucioso; podemos estudiarlo exhaustivamente y nunca lo abarcaremos por completo. Así que vayamos a la fuente por nosotros mismos, busquemos la vitalidad y frescura que nos ofrece. Bebamos a grandes sorbos del pozo de la salvación, para que Jesús sea en nosotros una fuente de agua que brote para vida eterna. Solo la verdad y la religión de la Biblia soportarán la prueba del juicio. No hemos de pervertir la Palabra de Dios para ajustarla a nuestra conveniencia o a intereses mundanales, sino preguntarnos con toda sinceridad: «¿Señor, ¿qué quieres que yo haga?». «Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio». ¡Y qué precio! No «con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo» (Hech. 8:6; 1 Cor. 6 :19,20, NVI; 1 Ped. 1:18,19). Cuando se perdió la raza humana, el Hijo de Dios dijo que la redimiría y que se convertiría en su garantía y su sustituto. Puso a un lado sus vestiduras reales, revistió su divinidad de humanidad, descendió del trono real para poder alcanzar los más profundos abismos de la aflicción y las tentaciones humanas. Elevó nuestra naturaleza caída, e hizo posible para nosotros que lleguemos a ser vencedores, hijos e hijas de Dios, herederos de su reino eterno.
¿Hemos de permitir entonces que nada terrenal nos aparte del sendero de la verdad? ¿No hemos de probar toda doctrina y teoría con la Palabra de Dios? No hemos de permitir que ningún argumento nos distraiga de la investigación minuciosa de la verdad bíblica. Las opiniones y las costumbres humanas no han de ser aceptadas como autoridad divina. Dios ha revelado en su Palabra lo que espera de nosotros, no nos desviemos de la gran norma de justicia. Él envió a su Hijo unigénito para que fuera nuestro ejemplo, y nos invita a escucharlo y seguirlo. No permitamos que nadie nos aparte de la verdad tal como es en Jesús, solo porque alguien supuestamente piadoso haya colocado sus ideas por encima de las claras enseñanzas de la Palabra de Dios.
La obra de Cristo consiste en llevarnos de lo falso y lo espurio a lo genuino y verdadero.
«El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8:12, NVI).— Fundamentáis of Christian Education, pp. 126-128.
Tomado de lecturas devocionales para Adultos 2017DE VUELTA AL HOGAR
Por: Elena G. de White
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