“En todo tiempo ama el amigo y es como un hermano en tiempo de angustia” (Prov. 17:17).
A través de los años, he sido bendecida con muchos amigos. Todos son tesoros y tienen un lugar especial en mi corazón. Sin embargo, mis amigos de hace cincuenta años o más, con los cuales he mantenido el contacto aunque vivamos lejos, son muy especiales. Tres parejas que mi difunto esposo y yo conocimos cuando nuestros hijos eran pequeños, encajan en esa categoría. Ocho de nosotros sabíamos lo que era vivir de día de pago en día de pago, y aun así nos divertíamos juntos, mientras criábamos a nuestros hijos. Cuando mi esposo murió en 2010, quedamos solo siete en nuestro grupo especial. Estos amigos me nutrieron y me apoyaron durante ese momento difícil. Un mes después de la muerte de mi esposo fue mi cumpleaños, y las señoras del grupo quisieron que nos reuniéramos para celebrarlo. Mi regalo de cumpleaños de parte de ellos fue una piedra de granito con forma de ladrillo, tallada con estas palabras: “Amigos para siempre”.
Uno de mis amigos más recientes se ha convertido en mi mejor amigo; de hecho, pronto voy a casarme con él. ¿No te alegras porque Dios nos haya creado como seres sociales, que necesitamos relacionarnos para enriquecer nuestras vidas? Con nuestros amigos podemos reír, llorar, estar de acuerdo o en desacuerdo -y seguimos siendo amigos-, compartir el culto, los juegos y el trabajo, mientras que vamos afirmando nuestras relaciones.
La Biblia tiene mucho que decir acerca de la amistad. Las historias de David y Jonathan, María y Elizabeth, o Pablo y Silas ilustran el gozo de la amistad. Pero por muy queridas que sean para nosotros nuestras amistades humanas, hay una que es más importante que todas ellas: nuestra amistad con Jesús. Su mayor deseo es ser nuestro mejor Amigo. Él nos promete que nunca nos dejará; es más fiel que un hermano; nunca quebrará su relación con nosotras. No importa dónde vivamos, qué hagamos, o lo buenas o malas que seamos, él estará siempre con nosotras.
Jesús siempre está disponible para hablar cuando queramos. Podemos enojarnos con él e, incluso, darle la espalda, pero él no se aparta de nosotras a menos que le digamos que lo haga. Y en cualquier momento en que queramos volver a entrar en esa relación, él nos dará la bienvenida con los brazos abiertos. Él es realmente el AMIGO que “ama en todo tiempo”. ¡Cómo lo alabo! Con un amigo así, ¿qué más se puede pedir? Manan M. Hart-Gay
Tomado de lecturas devocionales para Damas 2017
VIVIR EN SU AMOR
Por: Carolyn Rathbun Sutton – Ardis Dick Stenbakken
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