“Pero yo os digo que cualquiera
que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga
‘Necio’ a su hermano, será culpable ante el Concilio; y cualquiera que le diga
‘Fatuo’, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mateo 5:22).
El marido de
Marisa era un hombre de buenas intenciones, pero demasiado crítico de su
esposa. A veces le decía:
—Pero si no sabes
ni pelar papas… Arrancas toda la parte comestible. ¡Mira cómo lo hago yo!
Marisa, no entiendes de temas de actualidad ni de política y lo que dices no
tiene sentido.
Sin pretenderlo,
dañaba con frecuencia la autoestima de Marisa, quien acabó creyéndose que no
servía para nada. Y no era porque ella no tenía virtudes, que sí las tenía.
Marisa contaba con una inteligencia práctica privilegiada, pero la falta de
comentarios alentadores por parte de su esposo había arruinado su autoestima.
Lamentablemente
hay extremos mucho peores. Hombres que no solo humillan a sus esposas con sus
palabras, sino que abiertamente las insultan e incluso las golpean. Por ello,
observamos que las mujeres víctimas de la violencia doméstica sufren de gran
inseguridad y de poquísima autoestima. El maltrato, tanto físico como
psicológico, es una aberración que Dios no aprueba. Está en abierta
contradicción con el amor conyugal que promueve la Escritura y que insta a los
maridos a “amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos” (Efe. 5:28).
El pasaje de hoy
es muy duro con las personas que abusan verbalmente de otras. Los que así
hacen, quedan expuestos al infierno de fuego. El daño que puede hacerse con las
palabras que se dicen y cómo se dicen es tal que el Señor Jesús quiso dejar
claro que tales actos no quedarían sin castigo.
Por otra parte,
¡cuántos elogios ofrece la Biblia hacia las palabras sabias, amables y cariñosas!
Compara la Escritura estas palabras con el árbol de la vida (Prov. 15:4) y con
un panal de miel (16:24). Dice también, “¡Besados sean los labios del que
responde con palabras correctas!” (24:26) y “la respuesta suave aplaca la ira”
(15:1).
Por la gracia de
Dios, proponte usar palabras que transmitan amor, comprensión y calidez. Ora en
silencio antes de lanzarte a hablar y permite al Espíritu Santo que guíe tus
mensajes. Cosecharás frutos para ti mismo, pues “el que guarda su boca y su
lengua, su vida guarda de angustias” (Prov. 21:23).
DEVOCIÓN MATUTINA
PARA ADULTOS 2020
UN CORAZÓN ALEGRE
Julián Melgosa y Laura Fidanza
Lecturas devocionales para Adultos 2020
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