«El impío huye sin que nadie lo persiga, pero el hombre justo vive tranquilo como un león» (Proverbios 28:1).
El 5 de junio de 1986 estaba yo sentado en una platea del estadio Cuauhtémoc de Puebla (México) para presenciar el partido entre Argentina e Italia durante el Mundial de fútbol de aquel año. Justo frente a mí estaba el túnel por donde salían los jugadores. De pronto, apareció Diego Armando Maradona seguido del equipo argentino, y a su lado salieron los italianos. Yo me acerqué con otros chicos para gritar de emoción a los modernos gladiadores. Pero los jugadores iban muy concentrados. Alessandro Altobelli marcó para Italia a los seis minutos del partido. Un poco más tarde, Maradona anotaría el gol del empate. En aquel torneo se consagraría como una leyenda del fútbol mundial.
Menos de diez países han logrado ganar el campeonato mundial de fútbol. Dichos equipos llegan a la justa deportiva con la seguridad de que pueden ganar. Los demás tienen otro tipo de aspiraciones, por ejemplo, se conforman con pasar a la segunda ronda o incluso llegar a semifinales. El punto es que no creen que puedan ser capaces de ganar la copa, aunque tengan grandes jugadores y condiciones favorables para lograrlo. Argumentan que su fútbol no tiene un gran nivel, tradición, historia, entre otras cosas. Y ante tantos pretextos, terminan siendo perdedores. Pero hay equipos que sí creen que pueden ganar, aunque su estilo de juego y preparación dejen mucho que desear. He ahí la gran diferencia. Y aunque parezca simple, así es. Detrás de los grandes triunfos deportivos se encuentra la certeza de que es posible ser vencedores.
En la vida sucede algo parecido. A pesar de contar con grandes ventajas, muchos jóvenes no creen que van a tener un futuro promisorio. Más bien, se conforman con muy poco y exhiben actitudes mediocres, participando en el juego de la vida sin ninguna esperanza de salir vencedores. Se concentran en sus supuestas desventajas y alegan que no tienen dinero ni preparación académica ni son físicamente atractivos. Y ese tipo de actitudes los condiciona para salir derrotados. Lo peor de todo es que la derrota les parece algo completamente natural. ¡Ya la esperaban! ¿Por qué? Porque así habían condicionado su mente y no hicieron nada para construir un futuro distinto.
La concentración en las metas, la preparación física, la consagración a Dios y la buena actitud pueden hacer de un joven un campeón del mundo. Aquí no importa el color de la piel, la nacionalidad, la estatura, la situación económica o social. Tú eres el constructor de tu propia historia. ¿Lo crees? En tu respuesta se revelará tu futuro.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2020
UNA NUEVA VERSIÓN DE TI
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2020
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