martes, 15 de mayo de 2012

UN ROCÍO DE AMOR


«Mis raíces ¡legarán hasta las aguas; el rodo de la noche se quedará en mis ramas» (Job 29: 19,NVI).

Caminar por la mañana puede hacer que tus pies se humedezcan. Aunque no haya llovido, el rocío pudo mojar el suelo. El rocío aparece en la noche, cuando la tierra se enfría más que el aire. El aire que nos rodea contiene gotitas de agua que no vemos, porque son muy pequeñas. Cuando la tierra está más fría que el aire, estas pequeñas gotitas se juntan y forman gotas más grandes que caen al suelo. Así es como aparece el rocío.
¿Recuerdas la historia de Gedeón? Dios quería usar a Gedeón para derrotar a los enemigos de Israel. Él no entendía por qué Dios lo había escogido, así que le pidió una prueba. Una noche Gedeón puso un pedazo de lana en el suelo y le pidió a Dios que por la mañana, cuando todo estuviera bañado por el rocío, la lana estuviera seca. La siguiente noche le pidió a Dios que humedeciera la lana y que todo lo demás alrededor permaneciera seco. ¡Dios hizo ambas cosas!
Nuestro Dios es un Dios milagroso. Si él puede hacer que el rocío caiga donde él quiera, también puede obrar un milagro en tu vida. ¿Necesitas hoy un milagro? No tengas miedo a pedirlo. ¡A Dios le encanta ayudar!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

INSTRUCCIÓN EN EL EVANGELIO


Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. (Proverbios 22:6)

Yo tenía aproximadamente once años cuando el evangelio llegó a mi hogar gracias a la visita misionera de algunas hermanas de la Iglesia Adventista. Después de cierto tiempo mis padres y yo, que era la hija mayor, decidimos aceptar al Señor y bautizarnos. Por razones de trabajo mi familia se trasladó a otra ciudad. Allí mis padres dejaron de asistir a la iglesia y como consecuencia también mis tres hermanos y yo. Continué mis estudios de secundaria y luego los de preparatoria. Fue entonces cuando Dios utilizó a dos compañeros de clases para llevarme de nuevo a su redil. Uno de ellos me obsequió una Biblia muy parecida a la que años atrás me habían regalado por mi cumpleaños. El otro amigo me regaló un casete con himnos. Cada vez que ayudaba a mi mamá en las tareas del hogar escuchaba aquellos himnos con mucho agrado.
Sentía el deseo de asistir a alguna iglesia para estudiar la Biblia y para adorar a Dios. En aquel entonces trabajaba para la Secretaría de Educación los sábados y los domingos, un trabajo al que más tarde no me importó renunciar. En determinado momento no sabía a qué denominación religiosa pertenecer; pensé en muchas, pero sentía que algo les faltaba y que no saciaban mi sed espiritual.
Por consejo de mi madre asistí un día a un templo adventista que estaba a dos cuadras de mi casa. Pronto me bauticé, y me involucré en diversas actividades y cargos.   Sin embargo, Dios tenía preparado algo más para mí. Me guió para que fuera esposa de pastor, de un hombre que había sido llamado al servicio del Señor.
Hoy reconozco que cuanto somos se lo debemos a él y que hemos de servir a Dios en espíritu y en verdad. Además, creo que igualmente debo reconocer su amor por mí al traerme de vuelta a mi hogar espiritual. Por ese motivo es necesario que instruyamos a nuestros hijos en su camino, recordando que, aun cuando sean viejos, no se apartarán de él.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Yesenia Díaz López 

EL MOMENTO DE LA VERDAD


¿Cómo podría yo hacer algo tan malo, y pecar contra Dios? Génesis. 39:9

¿Cuál es la mejor arma contra la tentación? Es la profunda convicción de que no importa donde estemos ni lo que hagamos, la presencia de Dios nos acompaña. Probablemente ningún ejemplo ilustre mejor esta afirmación que el de José, el hijo de Jacob.
Cuando era todavía un adolescente, José fue vendido como esclavo por sus hermanos a unos ismaelitas que iban rumbo a Egipto. Allí fue comprado por un capitán del ejército de Faraón llamado Potifar. Aparentemente, no pasó mucho tiempo antes que Potifar se diera cuenta de que «el Señor estaba con José y le hacía prosperar en todo» (Gen. 39:3, NVI), razón por la cual lo nombró su administrador principal. Pero así como la calidad del trabajo de José no pasó inadvertida para su patrón, el físico del muchacho tampoco pasó desapercibido para la esposa de Potifar, que comenzó a acosarlo sexualmente.
La hora de la verdad para José llegó un día en que «todo el personal de servicio se encontraba ausente» (Gen. 39: 11, NVI). Ese día, la desesperada mujer atacó con toda su artillería pesada. «¡Acuéstate conmigo!», le propuso la mujer a José. Y la cosa no era en juego. Si José cedía a las propuestas indecentes, traicionaba la confianza de su patrón y, peor aún, pecaba contra Dios. Si se negaba, arriesgaba su propia vida. La importancia de lo que estaba por ocurrir era de tal magnitud que, según Elena G. de White, «los ángeles presenciaban la escena con indecible ansiedad» (Patriarcas y profetas, p. 193).
¿Cómo resistió José semejante ataque? «Salió corriendo y dejó su ropa en las manos de ella» (vers. 12). ¿Por qué corrió? ¿No estaban sus hormonas funcionando bien? Nada de eso. Escuchemos por qué rechazó la tentadora oferta: «Mire, señora: mi patrón ya no tiene que preocuparse de nada en la casa, porque todo me lo ha confiado a mí, [...] excepto meterme con usted, que es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios?» (Gen. 39: 8, 9, NVI, el destacado es nuestro).
¿Dónde estuvo el secreto de su éxito? José nunca perdió de vista a Dios. Por eso, Dios nunca lo perdió de vista a él.
Señor, cuando llegue la tentación, que yo pueda decir: «¿Cómo podría yo pecar así contra Dios?».

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿QUÉ ES UNA MALA HIERBA?


«Ciertamente, el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días» (Salmo 23:6)

¿Cuál es la diferencia entre una planta útil y una mala hierba? Dediqué algún tiempo a buscar la respuesta a esta pregunta, pero descubrí que no hay una regla de identificación definida. La mayoría de las fuentes bibliográficas definen las plantas que crecen de manera intencional en campos y jardines como plantas cultivadas. El resto de plantas que no se supone que deban estar y crecen de manera espontánea se definen como malas hierbas. Una mala hierba es, por tanto, una planta que crece en un lugar «equivocado».
Con esta definición en mente, si yo plantara una rosaleda y un grano de trigo cayera accidentalmente entre las flores, si llegase a germinar y a crecer hasta convertirse en una magnífica espiga de trigo, no quedaría más remedio que considerarla una mala hierba. No estoy del todo convencido de que esta sea la definición que Jesús quiso que entendiéramos cuando contó la historia del trigo y la cizaña (malezas). En la cizaña hay algo más siniestro que el hecho de ser una planta. Al final, encontré una definición de mala hierba que, según parece, se ajusta más a la intención de la parábola.
Algunas malas hierbas son dañinas porque:

  • Son parásitos de los cultivos.
  • Son venenosas para el ganado vacuno y ovino.
  • Son desagradables al paladar o incluso pueden manchar la leche o la carne.
  • Pueden causar problemas a los animales, por ejemplo, enredarse en la lana de las ovejas, por lo que su eliminación puede representar un sobrecosto.
  • Dificultan la acción de la maquinaria agrícola al enredarse en las herramientas.
  • Reducen el valor de la cosecha.
  • Son portadoras de pestes o plagas.
  • Taponan los canales de riego o de drenaje.
  • Crecen en terrenos no agrícolas, como cunetas y terraplenes, y es necesario cortarlas.

Otro de los problemas causados por las malas hierbas es que interfieren en la absorción de la humedad y los nutrientes del terreno por parte de las plantas cultivadas. Asimismo, las malas hierbas pueden llegar a crecer más que las plantas beneficiosas y disputarles la luz del sol. A ello se añade que ocupan más terreno, por lo que las plantas beneficiosas no disponen de espacio suficiente para crecer. Cuando la mala hierba madura, sus tallos y sus raíces se entrelazan con los de las plantas beneficiosas y acaban por ahogarlas.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

lunes, 14 de mayo de 2012

EL SEÑOR MOHS


«El topacio de Cus no se le iguala, ni es posible comprarla con oro puro» (Job 28:19, NW).

No sé a ti, pero a mí me encantan estas caminatas en las que recogemos piedras. Dios hizo un gran trabajo creando toda esa diversidad de minerales y rocas.
Espera, mira esto. ¡Qué hermoso! Esta hermosura de piedra se llama topacio. El topacio viene en diversos colores, pero hoy hemos encontrado topacio blanco. ¿Quieres que te diga un secreto? Si cortas el topacio de una manera específica, este se ve exactamente como un diamante. Así como lo oyes. Jamás podrías distinguirlos a menos que conozcas la escala de dureza de Mohs.
Una de las maneras en que puedes diferenciar rocas que se ven exactamente ¡guales es identificando cuál es más dura. En la escala de dureza de Mohs los diamantes son los más duros. Si frotas un topacio contra un diamante, el topacio se rayará y el diamante no. Eso ocurre porque el topacio es menos duro que el diamante.
A veces la gente también puede dejar marcas en nosotros. Sin embargo, a pesar de que alguien no te trate bien, decide actuar como lo haría Jesús y devuélvele bien por mal. ¿Quién sabe?, tal vez Dios ablande a esa persona cuando de las marcas que ha ocasionado en ti broten el amor y la bondad de Dios.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DIOS Y LO IMPOSIBLE


Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. (Filipenses 4:19).

Hace unos pocos años, mi familia y yo nos encontrábamos en una situación económica bastante difícil. Yo trabajo en una escuela adventista en la ciudad de Caracas y un día decidí consultar el estado de mis cuentas. Al hacerlo me percaté de que me habían hecho varios cobros y deducciones, y de que no me quedaba suficiente dinero para cubrir los gastos del mes. Pensé para mí: «¡No sé qué voy a hacer este mes!».
Comenté con mi esposo nuestra situación. Él me respondió tranquilamente diciendo: «No te preocupes, Dios dirige nuestras vidas y él siempre nos ha ayudado». Decidimos orar por aquel problema y la respuesta no se hizo esperar. Al día siguiente recibí una llamada de un supermercado para informarme de que había ganado un sorteo para realizar compras por una buena suma de dinero. Salté de alegría, y agradecí a Dios por la rapidez con la que había disipado mis preocupaciones. Pero eso no fue todo, mi esposo fue a hacer algunas compras al mismo mercado, y cuando buscaron su nombre en la base de datos resultó que él también había ganado un premio por la misma cantidad. ¡Increíble, pero cierto!
Para Dios no hay nada imposible, por lo que estamos convencidos de que aquello no fue tan solo un golpe de suerte, sino que el Señor responde de acuerdo con las necesidades de cada uno de sus hijos. Aquel mes no tuvimos que preocuparnos por la compra de alimentos y nuestro reducido sueldo sirvió para cubrir los demás gastos. No dudes en ningún momento de la providencia divina, si Dios es quien controla nuestras vidas no tendremos nada que temer.
Confiemos en que Dios nos sustenta y nos conoce íntimamente. Disfrutemos de la dicha que proporciona conocer su gracia y su grandeza. Ojalá que esta mañana puedas encontrar gozo en el Señor y hacer tuyas las palabras de Pablo: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Ana de Jesús Da Rocha

¿ENVIDIOSO YO?


La mente tranquila es vida para el cuerpo, pero la envidia corroe hasta los huesos. Proverbios 14:30

Estaba a bordo de un avión. La noche anterior no había dormido bien y me propuse recuperar parte del sueño perdido mientras viajaba. Me tocó uno de los primeros asientos. En la misma fila, pero en el ala contigua, se sentó un señor de mediana edad. Al parecer, tenía planes idénticos a los míos. Mientras me acomodé para dormir, él hizo lo mismo. Entonces ocurrió algo inusual. Apenas el hombre recostó la cabeza en el respaldo del asiento, en cuestión de segundos comenzó a roncar.
Y mientras él dormía plácidamente, yo ensayaba una y otra posición sin poder conciliar el sueño. ¿Por qué él podía dormir tan rápida y profundamente, y yo no?, me preguntaba. Entonces me puse a leer. El hombre durmió hasta que una azafata lo despertó para preguntarle si quería comer. Se despertó, devoró la comida y... adivina qué. De nuevo recostó la cabeza ¡e inmediatamente se volvió a dormir! Y yo... bien, gracias. El hombre se despertó cuando el avión aterrizó. No pude evitar sentir cierta envidia.
El Diccionario de la lengua española define la envidia como la «tristeza o pesar del bien ajeno»; o también, el «deseo de algo que no se posee». En mi caso, no pasó de ser un sentimiento pasajero que desapareció cuando bajé del avión. La envidia no tuvo tiempo de ser alimentada.
El problema con la envidia comienza cuando abrigamos la idea de que nos falta algo que otros sí poseen: el bonito cuerpo de Andrea, la habilidad deportiva de Manuel, la simpatía de Carmen, el automóvil de Esteban... Y se complica cuando permitimos que ese sentimiento vaya creciendo. Es decir, cuando lo alimentamos. ¿Cómo se alimenta? Cuando nos dedicamos a pensar en «eso» que no tenemos: el cuerpo de Andrea, la habilidad de Manuel...
Ese fue, precisamente, el problema de Lucifer, con respecto a Jesús. Y también el de Caín con relación a Abel. Y el del rey Saúl con David. En cada caso, la envidia se fortaleció en el corazón, luego dio lugar al odio y, finalmente... llegó el desastre.
¿Cuál es la solución? Demos gracias a Dios por lo que tenemos en lugar de lamentar lo que nos falta.
Señor Jesús, gracias por las cosas buenas que me has dado y porque me amas tal como soy.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿TRIGO O CIZAÑA?


«Dios, tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos» (Salmo 69:5).

«Quizá las malas hierbas no llaman la atención porque no tienen nada de espectacular», dice el experto Ricardo Labrada Romero. «Las sequías, los insectos y las enfermedades como la gripe aviar captan la atención porque sus efectos son aparatosos. Las malas hierbas son algo distinto. Causan estragos sin hacer ruido, mes tras mes y año tras año». Pero las cifras muestran claramente que las malas hierbas han de ser consideradas como el enemigo natural número uno de los agricultores. «Si tenemos en cuenta que los agricultores dedican más de la mitad del tiempo que pasan en el campo a combatir las malas hierbas, las pérdidas económicas que estas ocasionan son cuantiosas», añade Labrada Romero. Si se quiere incrementar la productividad de las explotaciones agrícolas, uno de los primeros pasos a dar es mejorar la técnica para combatir las malas hierbas.
En ningún lugar es tan importante como en África, continente en el que las malas hierbas son una de las principales causas del bajo rendimiento y la escasa productividad de la tierra.  Puesto que no disponen de tecnología y solo tienen acceso a la fuerza de la mano de obra, los agricultores africanos se ven obligados a desbrozar a diario, lo que significa que una familia media no puede cultivar más de una hectárea o una hectárea y media.
Así como las malezas son el enemigo natural número uno de los agricultores, los miembros de iglesia inconversos hacen que Dios sea deshonrado, que la obra de salvación sea mal presentada y que las almas estén en peligro. Al principio, como las malas hierbas, no parecen perjudiciales.  De hecho, es difícil diferenciar entre el trigo y la cizaña. Uno y otra brotan del suelo como pequeñas briznas verdes que buscan el sol.  Ambos desarrollan tallos y sistemas de raíces. Ambos parecen sanos y robustos.
«Así como la cizaña tiene sus raíces estrechamente entrelazadas con las del buen grano, los falsos cristianos en la iglesia pueden estar estrechamente unidos con los verdaderos discípulos. El verdadero carácter de estos fingidos creyentes no es plenamente manifiesto» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 51).
Ignoro si esta práctica persiste en la actualidad. En cierta ciudad, una vez al año, los lugareños celebraban una fiesta en la que, con el rostro oculto tras una máscara, iban por toda la población cometiendo actos que, de otra manera, no tendrían valor para cometer y entrando en lugares a los que, en condiciones normales, no se atreverían a entrar. Al ocultar la identidad tras una máscara se envalentonan. Un día, una congregación cristiana, preocupada por el abandono de la buena moral, esparció por toda la ciudad unos carteles en los que se leía: «Dios ve lo que hay detrás de la máscara». Es verdad. El distingue el trigo de la cizaña incluso antes de que nosotros seamos capaces de apreciar alguna diferencia. Basado en Mateo 13:24-30.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill