Cuando Jesús volvió del desierto, después de pasar allí cuarenta días en total comunión con Dios, volvió «lleno del poder del Espíritu a Galilea». La palabra que se traduce aquí como "poder" es el término griego dynamis, de donde viene nuestra palabra «dinamita». Nuestro Señor venía investido de un poder divino. No fue investido de ese poder porque era Hijo de Dios, ni porque era Dios, sino porque había ayunado, orado, meditado y consagrado su vida durante cuarenta días y cuarenta noches.
Cualquiera de nosotros —así les ocurrió a varios profetas— que hiciera lo mismo sería investido del poder de lo alto. Recibiría el poder del Espíritu y haría grandes cosas, como las que hizo Jesús en su ministerio en Galilea, adonde llegó «en el poder del Espíritu». El Espíritu Santo fue el poder activo en la creación (Gen. 1: 2), y lo es en la nueva creación (Juan 3: 5). El reino de los cielos debía venir «con poder» (Mar. 9:1). Pero en ocasión del bautismo de Cristo el Espíritu Santo descendió sobre él con fuerza extraordinaria y lo llenó de poder divino para que pudiera llevar a cabo su misión (Juan 3: 34).
Más tarde se les prometió a los discípulos que recibirían el poder del Espíritu Santo, que los capacitaría para dar testimonio del glorioso mensaje de un Salvador crucificado y resucitado (Hech. 1: 8). Lo mismo se nos promete a nosotros. Todos hemos recibido el poder del Espíritu para convertirnos y continuar la vida cristiana. Todos debemos tener poder para dar nuestro testimonio a favor del evangelio de Cristo.
El Espíritu Santo dotaba de poder a Jesús para realizar su obra y sus milagros. Todo lo hacía como humano, ya que vino a ser semejante a nosotros en esta tierra. Esto debe ser una promesa y un incentivo para nosotros como hijos de Dios. Nuestro gran problema es que estamos acostumbrados a tomar decisiones y hacer cosas por nuestras propias manos y nuestra propia fuerza.
Otro peligro que corremos es atribuir a nuestros talentos las obras que hacemos gracias al poder del Espíritu Santo. Hasta los más humildes de nosotros corremos ese riesgo. Pero Jesús era muy diferente. Él dijo: «El Hijo no puede hacer nada por sí mismo». ¿Quieres ser usado con poder por el Espíritu Santo? El precio es alto. Es una vida, en todos los aspectos, de constante compañerismo y apego a Jesús.
El poder está disponible. Dios quiere revestirnos del poder de su Espíritu. A nosotros nos toca «pedir y recibir».
Tomado de la matutina Siempre Gozosos.
Cualquiera de nosotros —así les ocurrió a varios profetas— que hiciera lo mismo sería investido del poder de lo alto. Recibiría el poder del Espíritu y haría grandes cosas, como las que hizo Jesús en su ministerio en Galilea, adonde llegó «en el poder del Espíritu». El Espíritu Santo fue el poder activo en la creación (Gen. 1: 2), y lo es en la nueva creación (Juan 3: 5). El reino de los cielos debía venir «con poder» (Mar. 9:1). Pero en ocasión del bautismo de Cristo el Espíritu Santo descendió sobre él con fuerza extraordinaria y lo llenó de poder divino para que pudiera llevar a cabo su misión (Juan 3: 34).
Más tarde se les prometió a los discípulos que recibirían el poder del Espíritu Santo, que los capacitaría para dar testimonio del glorioso mensaje de un Salvador crucificado y resucitado (Hech. 1: 8). Lo mismo se nos promete a nosotros. Todos hemos recibido el poder del Espíritu para convertirnos y continuar la vida cristiana. Todos debemos tener poder para dar nuestro testimonio a favor del evangelio de Cristo.
El Espíritu Santo dotaba de poder a Jesús para realizar su obra y sus milagros. Todo lo hacía como humano, ya que vino a ser semejante a nosotros en esta tierra. Esto debe ser una promesa y un incentivo para nosotros como hijos de Dios. Nuestro gran problema es que estamos acostumbrados a tomar decisiones y hacer cosas por nuestras propias manos y nuestra propia fuerza.
Otro peligro que corremos es atribuir a nuestros talentos las obras que hacemos gracias al poder del Espíritu Santo. Hasta los más humildes de nosotros corremos ese riesgo. Pero Jesús era muy diferente. Él dijo: «El Hijo no puede hacer nada por sí mismo». ¿Quieres ser usado con poder por el Espíritu Santo? El precio es alto. Es una vida, en todos los aspectos, de constante compañerismo y apego a Jesús.
El poder está disponible. Dios quiere revestirnos del poder de su Espíritu. A nosotros nos toca «pedir y recibir».
Tomado de la matutina Siempre Gozosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario