Tributen al Señor, pueblos todos, tributen al Señor la gloria y el poder. Tributen al Señor la gloria que merece su nombre; traigan sus ofrendas y entren en sus atrios (Salmo 96: 7, 8).
En esta ocasión quiero resaltar la forma en que los ángeles alaban a Dios: «Y día y noche repetían sin cesar: "Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir"» (Apoc. 4:8). Pocas veces nos ponemos a pensar que una de las principales funciones de los ángeles es alabar a Dios: «Los Serafines que se encuentran delante del trono están llenos de temor reverente al contemplar la gloria de Dios, que ni por un instante se miran a sí mismos con complacencia propia, admirándose a sí mismos o el uno al otro» (Conflicto y valor, p. 234). Los seres celestiales alaban al Señor con reverencia y alegría; a veces nosotras descuidamos ambos elementos en nuestra forma de adorar a Dios y, por ejemplo, cantamos sin meditar en las palabras que entonamos, posiblemente nuestro pensamiento está en otro lado. Pero recuerda que siempre que tengas la oportunidad de alabar a Dios puedes contagiarte del deleite que los ángeles muestran cuando rinden honra y gloria al Creador. Estoy segura de que todas tenemos motivos de agradecimiento aparte del sacrificio de Jesús para nuestra salvación; es cuestión de comenzar a recordar las grandes bendiciones que el cielo nos ha dado. Eso es muy importante para rendir al Señor una adoración sincera. Y si los ángeles alaban constantemente a Dios es porque en sus vidas la mano poderosa del Señor se manifiesta a cada momento y, como seres libres, prorrumpen en devoción al Padre celestial. «Los ángeles del cielo alaban a Dios todo el tiempo, y aquí hay mortales por los cuales Cristo dejó el celeste hogar y sufrió burlas, insultos y muerte para llevarnos a morar con él en los lugares celestiales, y ellos no ofrecen alabanza. Si estáis sentados en los lugares celestiales con Cristo, no podréis dejar de alabar a Dios. Comenzad a educar vuestras lenguas para alabarlo, y enseñadles a vuestros corazones a hacer melodías para Dios» (En ¡os lugares celestiales, p. 96). Es aquí en la tierra donde debemos comenzar a educar nuestras voces y entonar las alabanzas; recordemos la actitud correcta para hacerlo, y no nos olvidemos de enseñar a nuestros hijos a alabar a Dios.
En esta ocasión quiero resaltar la forma en que los ángeles alaban a Dios: «Y día y noche repetían sin cesar: "Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir"» (Apoc. 4:8). Pocas veces nos ponemos a pensar que una de las principales funciones de los ángeles es alabar a Dios: «Los Serafines que se encuentran delante del trono están llenos de temor reverente al contemplar la gloria de Dios, que ni por un instante se miran a sí mismos con complacencia propia, admirándose a sí mismos o el uno al otro» (Conflicto y valor, p. 234). Los seres celestiales alaban al Señor con reverencia y alegría; a veces nosotras descuidamos ambos elementos en nuestra forma de adorar a Dios y, por ejemplo, cantamos sin meditar en las palabras que entonamos, posiblemente nuestro pensamiento está en otro lado. Pero recuerda que siempre que tengas la oportunidad de alabar a Dios puedes contagiarte del deleite que los ángeles muestran cuando rinden honra y gloria al Creador. Estoy segura de que todas tenemos motivos de agradecimiento aparte del sacrificio de Jesús para nuestra salvación; es cuestión de comenzar a recordar las grandes bendiciones que el cielo nos ha dado. Eso es muy importante para rendir al Señor una adoración sincera. Y si los ángeles alaban constantemente a Dios es porque en sus vidas la mano poderosa del Señor se manifiesta a cada momento y, como seres libres, prorrumpen en devoción al Padre celestial. «Los ángeles del cielo alaban a Dios todo el tiempo, y aquí hay mortales por los cuales Cristo dejó el celeste hogar y sufrió burlas, insultos y muerte para llevarnos a morar con él en los lugares celestiales, y ellos no ofrecen alabanza. Si estáis sentados en los lugares celestiales con Cristo, no podréis dejar de alabar a Dios. Comenzad a educar vuestras lenguas para alabarlo, y enseñadles a vuestros corazones a hacer melodías para Dios» (En ¡os lugares celestiales, p. 96). Es aquí en la tierra donde debemos comenzar a educar nuestras voces y entonar las alabanzas; recordemos la actitud correcta para hacerlo, y no nos olvidemos de enseñar a nuestros hijos a alabar a Dios.
Helenah Corona de Flores
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor
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