Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron (S. Juan 1: 11).
Antes de conocer a Dios, todos mis proyectos giraban únicamente en torno a las satisfacciones terrenales. Algo me decía, dentro de mí, que no estaba completa, y realmente algo me faltaba. Me casé y tuve tres hijas. Esta etapa en mi vida me ayudó a comprender y descubrir qué me hacía falta: ese algo para completar mi vida era Cristo. Conocí de las promesas de Dios y mi corazón se llenó de alegría, aunque mi decisión para aceptarlo fue muy difícil. La situación con mis padres y hermanos no contribuyó a entregarme al Señor; ellos no comprendían muchas cosas, parecía que no deseaban que yo aceptara a Cristo como mi Salvador personal, creían que lo que vivía sería un daño irreparable en sus vidas. Fue tanta la presión y tristeza que enfermé de gravedad. Fue entonces cuando por primera vez conocí el rechazo; sentí lo que Cristo vivió al venir y morir por un pueblo que no creía en él y que, en lugar de alabarlo, lo rechazaron vilmente, a tal punto que lo crucificaron. A mí no me crucificaron físicamente, pero sí me lastimaron mucho en cuestiones emocionales. Gracias a esta situación comprendí lo que realmente significa su muerte y el valor que ésta tiene cuando nosotras la aceptamos. Sé que el hermoso regalo de la salvación es individual y que aun cuando la actitud de nuestros seres amados nos hiera, el amor que Dios nos ofrece nos ayuda a superar las pruebas y creer que él está y estará a nuestro lado en momentos de victoria o fracaso. Si te has sentido rechazada debido a tus creencias cristianas, déjame decirte que es una buena ocasión para descubrir nuevas dimensiones del amor de Dios. ¡No pierdas esta oportunidad!
Antes de conocer a Dios, todos mis proyectos giraban únicamente en torno a las satisfacciones terrenales. Algo me decía, dentro de mí, que no estaba completa, y realmente algo me faltaba. Me casé y tuve tres hijas. Esta etapa en mi vida me ayudó a comprender y descubrir qué me hacía falta: ese algo para completar mi vida era Cristo. Conocí de las promesas de Dios y mi corazón se llenó de alegría, aunque mi decisión para aceptarlo fue muy difícil. La situación con mis padres y hermanos no contribuyó a entregarme al Señor; ellos no comprendían muchas cosas, parecía que no deseaban que yo aceptara a Cristo como mi Salvador personal, creían que lo que vivía sería un daño irreparable en sus vidas. Fue tanta la presión y tristeza que enfermé de gravedad. Fue entonces cuando por primera vez conocí el rechazo; sentí lo que Cristo vivió al venir y morir por un pueblo que no creía en él y que, en lugar de alabarlo, lo rechazaron vilmente, a tal punto que lo crucificaron. A mí no me crucificaron físicamente, pero sí me lastimaron mucho en cuestiones emocionales. Gracias a esta situación comprendí lo que realmente significa su muerte y el valor que ésta tiene cuando nosotras la aceptamos. Sé que el hermoso regalo de la salvación es individual y que aun cuando la actitud de nuestros seres amados nos hiera, el amor que Dios nos ofrece nos ayuda a superar las pruebas y creer que él está y estará a nuestro lado en momentos de victoria o fracaso. Si te has sentido rechazada debido a tus creencias cristianas, déjame decirte que es una buena ocasión para descubrir nuevas dimensiones del amor de Dios. ¡No pierdas esta oportunidad!
Veda Jiménez Casillas
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.
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