Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como él.Proverbios 26: 4
Muchas veces los necios son molestos simplemente porque hablan demasiado. Otras lo son porque ofenden. Así lo ilustra esta historia que cuenta el Dr. Ben Carson, famoso neurocirujano adventista: Cuando estaba en cirugía general tuve un conflicto con uno de los jefes de residencia. Perecía no poder aceptar tener un negro en el Johns Hopkins. Nunca dijo nada directamente, pero siempre me lanzaba indirectas, me ignoraba, y a veces era completamente descortés.
»Una vez afloró el conflicto:
»—¿Por qué tenemos que sacarle sangre a este paciente? Todavía tenemos...
»—Porque yo lo digo —fue la tosca respuesta.
«Varias veces ese día, cuando le preguntaba algo, especialmente si comenzaba con "por qué", obtenía la misma brusca respuesta. Al final de la tarde [...] me atacó.
»—Tú realmente piensas que eres alguien porque tuviste una aceptación rápida en el departamento de neurocirugía, ¿verdad? Todos se la pasan hablando de cuan bueno eres, pero yo no creo que seas gran cosa. De hecho, pienso que eres pésimo. Y quiero que sepas, Carson, que puedo hacer que te echen de neurocirugía ahora mismo —y así continuó despotricando durante varios minutos.
»Yo solo lo miraba a los ojos y no decía nada. Cuando finalmente se detuvo, le pregunté con la voz más calma posible:
»—¿Ya terminó?
»—Sí.
»—Excelente —respondí tranquilamente».
El consejo del sabio es muy oportuno. No hablar es la actitud más segura que existe ni todos los círculos humanos. Una señorita muy distinguida por su prudencia y discreción decía: «Muchas veces me he arrepentido de haber hablado, pero de haber callado, nunca». He ahí una gran verdad. Sobre todo, no respondamos a las injurias y las ofensas. El mayor reproche para el necio es no ponerse a su altura. Contestarle es honrarlo, distinguirlo, alentarlo a que sea más necio. No decirle nada es un reproche que hasta el necio puede entender. Seamos prudentes hoy. Usemos el oro del silencio como una actitud llena de gracia ante todos aquellos con quienes nos relacionemos. Digamos, como Amado Nervo, «Humilde y silencioso ve por la vida, hijo. Humilde y silencioso como un rayo de luna. Que tu sonrisa sea respuesta, objeción, comentario, advertencia y misterio».
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.
Muchas veces los necios son molestos simplemente porque hablan demasiado. Otras lo son porque ofenden. Así lo ilustra esta historia que cuenta el Dr. Ben Carson, famoso neurocirujano adventista: Cuando estaba en cirugía general tuve un conflicto con uno de los jefes de residencia. Perecía no poder aceptar tener un negro en el Johns Hopkins. Nunca dijo nada directamente, pero siempre me lanzaba indirectas, me ignoraba, y a veces era completamente descortés.
»Una vez afloró el conflicto:
»—¿Por qué tenemos que sacarle sangre a este paciente? Todavía tenemos...
»—Porque yo lo digo —fue la tosca respuesta.
«Varias veces ese día, cuando le preguntaba algo, especialmente si comenzaba con "por qué", obtenía la misma brusca respuesta. Al final de la tarde [...] me atacó.
»—Tú realmente piensas que eres alguien porque tuviste una aceptación rápida en el departamento de neurocirugía, ¿verdad? Todos se la pasan hablando de cuan bueno eres, pero yo no creo que seas gran cosa. De hecho, pienso que eres pésimo. Y quiero que sepas, Carson, que puedo hacer que te echen de neurocirugía ahora mismo —y así continuó despotricando durante varios minutos.
»Yo solo lo miraba a los ojos y no decía nada. Cuando finalmente se detuvo, le pregunté con la voz más calma posible:
»—¿Ya terminó?
»—Sí.
»—Excelente —respondí tranquilamente».
El consejo del sabio es muy oportuno. No hablar es la actitud más segura que existe ni todos los círculos humanos. Una señorita muy distinguida por su prudencia y discreción decía: «Muchas veces me he arrepentido de haber hablado, pero de haber callado, nunca». He ahí una gran verdad. Sobre todo, no respondamos a las injurias y las ofensas. El mayor reproche para el necio es no ponerse a su altura. Contestarle es honrarlo, distinguirlo, alentarlo a que sea más necio. No decirle nada es un reproche que hasta el necio puede entender. Seamos prudentes hoy. Usemos el oro del silencio como una actitud llena de gracia ante todos aquellos con quienes nos relacionemos. Digamos, como Amado Nervo, «Humilde y silencioso ve por la vida, hijo. Humilde y silencioso como un rayo de luna. Que tu sonrisa sea respuesta, objeción, comentario, advertencia y misterio».
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.
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