Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará. Salmo 37: 5
La vida muchas veces no es justa. Esta lección la hemos aprendido todos en algún momento de nuestra vida. ¿Qué justicia puede haber cuando un bebé sufre una enfermedad dolorosa y luego muere por causa de una dolencia contagiosa y generativa que su padre le transmitió? Por supuesto, hay injusticias menos dramáticas. Recibimos lo que no debemos recibir: mal por bien. Los amigos nos fallan. Aquellos en quienes confiábamos nos traicionan. Somos juzgados equivocadamente, o se nos critica con el deseo de destruirnos, usando la mentira como único argumento. Dios nos dice: «No te impacientes a causa de los malignos» (Sal. 37:1). Él pagará, a su tiempo, conforme a derecho, a los que te hicieron daño, y reparará el daño que recibiste. El Señor equilibrará las finanzas destrozadas. Mejorará la salud afectada por la enfermedad. Reparará la reputación que ha quedado en entredicho y la imagen que se ha visto deformada. Recuerda que los hijos de Dios se ejercitan en la paciencia. Dios no actúa como nosotros quisiéramos, ni en el momento ni en la forma que quisiéramos. Dios actúa de manera redentora. No quiere tanto curar enfermedades, vengar agravios o resolver problemas de sus hijos como educar, edificar, purificar y santificar. Por eso, no siempre tenemos lo capacidad de comprender la forma en que actúa y cómo contesta nuestras peticiones. Por ello, en lugar de sentirte desengañado, debes decir: «Soy un hijo de Dios. El me ama, es mi Padre. Él desea cambiar las cosas a mi favor». Por eso, es muy apropiado el consejo de hoy: «Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará» (Sal. 37: 5), Confía y espera en Jehová. No te apresures. Si parece que se demora, espéralo. Los cristianos dan testimonio de la dirección de Dios en su vida por la perspectiva de los años, no por el número y la claridad de las respuestas que reciben. Dios promete restaurarlo todo: la paz que se ha perdido, el hogar a punto de desintegrarse, el buen nombre que ha sido manchado, el empleo que se perdió, el dinero que se entregó confiadamente y que nunca le devolvieron, lo que se perdió por el engaño de los que hicieron promesas y nunca las cumplieron. No todos reciben la misma respuesta porque no todos están bajo el mismo proceso educativo divino. La clave de la seguridad en Dios está en la confianza en su amor y su justicia. Dios quiere venir a cambiar las cosas en tu favor. Cambia tu manera de pensar y espera en el Señor. ¡Vive a la expectativa!
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.
La vida muchas veces no es justa. Esta lección la hemos aprendido todos en algún momento de nuestra vida. ¿Qué justicia puede haber cuando un bebé sufre una enfermedad dolorosa y luego muere por causa de una dolencia contagiosa y generativa que su padre le transmitió? Por supuesto, hay injusticias menos dramáticas. Recibimos lo que no debemos recibir: mal por bien. Los amigos nos fallan. Aquellos en quienes confiábamos nos traicionan. Somos juzgados equivocadamente, o se nos critica con el deseo de destruirnos, usando la mentira como único argumento. Dios nos dice: «No te impacientes a causa de los malignos» (Sal. 37:1). Él pagará, a su tiempo, conforme a derecho, a los que te hicieron daño, y reparará el daño que recibiste. El Señor equilibrará las finanzas destrozadas. Mejorará la salud afectada por la enfermedad. Reparará la reputación que ha quedado en entredicho y la imagen que se ha visto deformada. Recuerda que los hijos de Dios se ejercitan en la paciencia. Dios no actúa como nosotros quisiéramos, ni en el momento ni en la forma que quisiéramos. Dios actúa de manera redentora. No quiere tanto curar enfermedades, vengar agravios o resolver problemas de sus hijos como educar, edificar, purificar y santificar. Por eso, no siempre tenemos lo capacidad de comprender la forma en que actúa y cómo contesta nuestras peticiones. Por ello, en lugar de sentirte desengañado, debes decir: «Soy un hijo de Dios. El me ama, es mi Padre. Él desea cambiar las cosas a mi favor». Por eso, es muy apropiado el consejo de hoy: «Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará» (Sal. 37: 5), Confía y espera en Jehová. No te apresures. Si parece que se demora, espéralo. Los cristianos dan testimonio de la dirección de Dios en su vida por la perspectiva de los años, no por el número y la claridad de las respuestas que reciben. Dios promete restaurarlo todo: la paz que se ha perdido, el hogar a punto de desintegrarse, el buen nombre que ha sido manchado, el empleo que se perdió, el dinero que se entregó confiadamente y que nunca le devolvieron, lo que se perdió por el engaño de los que hicieron promesas y nunca las cumplieron. No todos reciben la misma respuesta porque no todos están bajo el mismo proceso educativo divino. La clave de la seguridad en Dios está en la confianza en su amor y su justicia. Dios quiere venir a cambiar las cosas en tu favor. Cambia tu manera de pensar y espera en el Señor. ¡Vive a la expectativa!
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.
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