viernes, 20 de noviembre de 2009

ADICTOS A LA ASOMBROSA GLORIA DE DIOS

Hermanos, yo mismo o pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago; olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Filipenses 3:13,14.

El apóstol Pablo fue un “adicto” a la gloria de Dios. Por eso precisamente dijo: «Por lo tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor» (2 Cor. 3:18). En pocas palabras, venía a decir: «Ser como Jesús es mi ansiedad, mi búsqueda, mi desesperación. Me parece que nunca tengo suficiente de él».
Un adicto a una sustancia nunca está satisfecho; siempre necesita más. Cuanto más aumenta su nivel de tolerancia, mayor es la fuerza que lo impulsa a alimentar su hábito con una creciente cantidad de la sustancia en cuestión. No asombra que Pablo expresar el anhelo de su corazón de la siguiente manera: «Olvido lo que queda atrás. Prosigo, no cejo en mi empeño hasta alcanzar mas cada vez». Probarlo una vez no fue suficiente. Un milagro no lo llenó. Acudir a la sinagoga no satisfizo sus ansias. Ni siguiera el encuentro camino a Damasco fue el final. El apóstol nunca estuvo satisfecho. Pablo fue adicto. Estaba para siempre poseído por el poder de Dios y por su gloria, como por un anzuelo del cual no podía desprenderse.
Dios anhela que su iglesia sea un ejército de adictos, de creyentes desesperados por ser transformados a la imagen de su Hijo.
Si tu relación con Dios y la devoción que le manifiestas han llegado a ser previsibles y aburridas, te desafío para que busques a una persona que no conozca a Jesús y compartas el amor que Dios ha derramado en tu corazón. Ese amor, que has recibido gratuitamente, debes compartirlo de la misma manera. Permite que el Espíritu Santo te tome. Él puede cambia en segundos tu rutina y convertirte en un apasionado discípulo de Jesús.
Deja que el poder del Altísimo derribe las barreras de tu indiferencia religiosa. Comienza a gritar lo que Jesús ha susurrado a tus oídos. Di al mundo entero lo que el Señor ha hecho por ti. Sé un adicto a la gloria de Dios.
Grita hoy con voz de triunfo, y con la melodía de un dulce canto: «Jesús es el Salvador del mundo». Que se escuche en toda tu ciudad ¿Sabes que sucederá? Un rio de avivamiento fluirá en tu corazón. No esperes más. Experimenta hoy un avivamiento.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.

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