Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia. Marcos 16: 15
Cuando los médicos finalmente pudieron saber qué le sucedía a Alvena Evans, nadie podía creer el diagnóstico: cirrosis hepática. La cirrosis es un problema común en la gente que abusa del alcohol. Pero Alvena era muy consciente en temas de salud. Nunca había probado el alcohol. Durante once años, la situación de Alvena empeoró. Hacia abril de 2000 le daban menos de un año de vida. El médico la puso en lista de espera para un trasplante. Siete meses después, el 24 de noviembre, recibió una llamada. Un hígado sano estaba disponible. El esposo de Alvena, Gordon, se apresuró a llevarla al hospital mientras el equipo de cirujanos empezaba a preparar la operación. Tan pronto como Alvena llegó al hospital Henry Ford de Detroit, los médicos sustituyeron su hígado enfermo por otro que procedía de un donante de órganos que había muerto de un aneurisma cerebral. Nueve días después, Alvena estaba de vuelta a casa y a la espera de una larga, feliz y saludable vida. Como está tan agradecida con e programa de donación de órganos, Alvena ha hecho suya la misión vital de hacer que otros conozcan el programa para que puedan formar parte de él. Cada semana, con su esposo, visita distintas iglesias y organizaciones, cuenta su historia y transmite información sobre cómo las personas pueden hacerse donantes de órganos. Alvena quiere que el programa crezca para que otros enfermos que esperan un trasplante puedan experimentar la nueva vida que ahora goza. Si los cristianos compartiremos la misma emoción con respecto del don de la vida eterna que Jesús nos dio, piensa hasta qué punto pondríamos el mundo patas arriba. Qué sucedería si hiciésemos que nuestra misión fuera contar cada semana a al menos una persona lo que Jesús hizo por nosotros y lo que hará por ella. Cuando entendamos de verdad qué significa estar rescatados del pecado y haber recibido la vida eterna estaremos tan agradecidos que también tendremos una misión especial.
Tomado de la Matutina el Viaje Increíble.
Cuando los médicos finalmente pudieron saber qué le sucedía a Alvena Evans, nadie podía creer el diagnóstico: cirrosis hepática. La cirrosis es un problema común en la gente que abusa del alcohol. Pero Alvena era muy consciente en temas de salud. Nunca había probado el alcohol. Durante once años, la situación de Alvena empeoró. Hacia abril de 2000 le daban menos de un año de vida. El médico la puso en lista de espera para un trasplante. Siete meses después, el 24 de noviembre, recibió una llamada. Un hígado sano estaba disponible. El esposo de Alvena, Gordon, se apresuró a llevarla al hospital mientras el equipo de cirujanos empezaba a preparar la operación. Tan pronto como Alvena llegó al hospital Henry Ford de Detroit, los médicos sustituyeron su hígado enfermo por otro que procedía de un donante de órganos que había muerto de un aneurisma cerebral. Nueve días después, Alvena estaba de vuelta a casa y a la espera de una larga, feliz y saludable vida. Como está tan agradecida con e programa de donación de órganos, Alvena ha hecho suya la misión vital de hacer que otros conozcan el programa para que puedan formar parte de él. Cada semana, con su esposo, visita distintas iglesias y organizaciones, cuenta su historia y transmite información sobre cómo las personas pueden hacerse donantes de órganos. Alvena quiere que el programa crezca para que otros enfermos que esperan un trasplante puedan experimentar la nueva vida que ahora goza. Si los cristianos compartiremos la misma emoción con respecto del don de la vida eterna que Jesús nos dio, piensa hasta qué punto pondríamos el mundo patas arriba. Qué sucedería si hiciésemos que nuestra misión fuera contar cada semana a al menos una persona lo que Jesús hizo por nosotros y lo que hará por ella. Cuando entendamos de verdad qué significa estar rescatados del pecado y haber recibido la vida eterna estaremos tan agradecidos que también tendremos una misión especial.
Tomado de la Matutina el Viaje Increíble.
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