Habacuc se sentía decepcionado y no titubeó en presentar su queja ante Dios:«¿Hasta cuándo, Jehová, gritaré sin que tú escuches, y clamaré a causa de la violencia sin que tú salves? ¿Por qué me haces ver iniquidad y haces que vea tanta maldad? Ante mí solo hay destrucción y violencia; pleito y contienda se levantan.
Por eso la Ley se debilita y el juicio no se ajusta a la verdad; el impío asedia al justo, y así se tuerce la justicia» (Habacuc 1:2-4). Claramente la queja del profeta se dirige a Dios, a quien consideraba tan limpio y justo como para no ver la maldad ni intervenir para evitarla (vers. 13).
No obstante, Dios responde a las quejas de Habacuc y le asegura que él no es indiferente a la injusticia de los malos ni al sufrimiento de sus hijos. A través de una serie de preguntas trata de hacerlo reflexionar y busca reorientar su mirada desde sus preocupaciones presentes hacia el juicio venidero. Y entre sus argumentos subraya que «el justo vivirá por la fe» (Habacuc 2:4).
Es interesante notar que, luego de la respuesta divina, el profeta manifiesta un verdadero cambio. Ya no tiene ojos para la violencia, pues fija la mirada en las manos de Dios, donde — dice- «está escondido su poder» (Habacuc 3:4).
Habacuc entiende, proféticamente, que las marcas en las manos de Cristo son la evidencia de su gran amor, la mayor prueba de su solicitud por la raza humana y la garantía de su salvación. Ante esta nueva perspectiva logra expresar una de las frases más optimistas de la Biblia: «Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo y los labrados no den mantenimiento, aunque las ovejas sean quitadas de la majada y no haya vacas en los corrales…». En otras palabras, ¡aunque todo absolutamente me vaya mal! con todo… seguiré teniendo fe y me alegraré en el Dios de mi salvación.
El Dios de mi salvación está totalmente comprometido en todo lo que me sucede. Él me busca para dar un giro a mis pensamientos y me da fuerzas para vencer por la fe. Por eso, puedo alegrarme en su salvación, aunque las cosas no ocurran como yo lo desee.
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