domingo, 10 de enero de 2010

BENDICIÓN PERPETUA

Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Génesis 12:2.

Tu también tienes derecho a esta promesa hecha a Abraham. Hoy te invito a reflexionar sobre el significado que tiene aceptar a Cristo como nuestro Salvador personal.
El apóstol Pablo lo expuso a los cristianos de la iglesia de Galacia, les dijo que podían vivir bien al haber superado una religión formalista llena de códigos y filosofías de vida, llevarían su fe a una experiencia de relación con Cristo, entonces dirían con toda propiedad que eran «la descendencia de Abraham y herederos según la promesa» (Calatas 3: 29). Serían una gran nación, un pueblo tan grande que Juan dice en el último libro de la Biblia que nadie podía contar su número (Apocalipsis 7: 9).
Quisiera llamar tu atención a las palabras con las que termina el texto de esta mañana, «serás una bendición», porque es la desembocadura de un torrente de ricos pensamientos y grandiosas promesas. Hoy debes recordar que el propósito de la educación es el servicio. Ahí desemboca el fin primario, que es una relación salvadora con Cristo. Ahí también desembocan los fines secundarios que se proyectan al desarrollo del carácter, en la formación de una mente cristiana y la capacitación profesional para el trabajo. Pero el filtro maestro del control de calidad está en el servicio abnegado. ¿Recuerdas al hombre que salió al encuentro de Jesús desde los cementerios de Gadara? El suceso está registrado en Marcos 5: 1-20. Acababa de encontrarse con Cristo como su Salvador personal. Se habían abierto nuevos horizontes para su vida confinada a las tumbas, corría de un lado al otro, se hacía heridas con piedras punzantes. Entonces Jesús lo llevó a la desembocadura de ese torrente de bendiciones. Luego le dijo: «Vete a tu casa, a los de tu familia, y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y cómo te ha tenido compasión» (vers. 19). Tú y yo tenemos pleno derecho a reclamar las promesas, si queremos constituirnos también en una bendición para los demás.

«La obra religiosa que el Señor da a los jóvenes y a los hombres de todas las edades, muestra la consideración que les tiene como hijos suyos [...]. Los llama a ser participantes con é\ en la gran obra de la redención y elevación de la humanidad». MJ 44.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

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