domingo, 17 de enero de 2010

MUERTE PROPICIATORIA

Por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia (Romanos 3: 24, 25).

La palabra «propiciación» es otro de los términos que no agrada a muchos estudiantes modernos de la Biblia cuando se aplica a la muerte de Cristo. Se relaciona con el verbo propiciar, que significa básicamente aplacar, apaciguar. En las religiones paganas, los sacrificios ofrecidos tenían la finalidad de apaciguar la ira de los dioses. Como esto no sucede en la adoración bíblica, se concluye que la muerte de Cristo no puede ser propiciatoria sino expiatoria; es decir, expía, limpia, purifica el pecado, pero no propicia a Dios, porque él no necesita ser aplacado o apaciguado.
Pero si nos fijamos detenidamente, nos damos cuenta de que en los primeros capítulos de Romanos, el apóstol Pablo trata acerca de la ira de Dios, la culpa del pecado y la maldición de la muerte. De acuerdo a sus razonamientos, el ser humano está bajo la ira de Dios. «Todos han pecado y están privados de la gloria de Dios» (Rom. 3: 23). Si él aplicara su justicia estrictamente, no habría esperanza para el ser humano.
Sin embargo, como decíamos antes, la ira de Dios es la reacción de la santidad divina ante el problema del pecado, no es un sentimiento. La ira del Señor tiene que ver con su justicia y santidad, no con sus emociones. Cuando la Biblia habla entonces de que hubo un apaciguamiento de Dios por la sangre de Cristo, no se refiere a que la muerte de Cristo apaciguó las emociones de Dios contra el ser humano. De lo que Pablo habla es que la muerte de Cristo apaciguó la ira de Dios porque se descargó sobre el Hijo. La ira debió haber sido dirigida sobre el pecador, pero se descargó en Cristo. Aunque este no tenía pecado, fue considerado por Dios como pecador. De este modo, la justicia del Señor quedó satisfecha. Su ira fue propiciada. Dios encontró la manera de vindicar su carácter y salvar al pecador (Rom. 3: 26). Él halló la forma de unir su amor con su justicia.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C.

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