jueves, 11 de marzo de 2010

LA FE

¡Sí creo! —exclamó de inmediato el padre del muchacho—. ¡Ayúdame en mi poca fe! (Marcos 9:24).

El segundo paso en la dinámica de la salvación, es tener fe en Dios. Como dijimos anteriormente, todos los seres humanos tenemos la capacidad de tener fe (Rom. 12: 3). Nacemos con el don natural de ser capaces de depositar nuestra confianza en algo o en alguien. Dijimos que el reconocimiento de que somos pecadores se basa en la premisa de que creemos en la existencia de un Dios que es justo y que demanda justicia de nosotros. Tenemos, entonces, la opción de depositar nuestra confianza en ese Dios. No somos dejados a la deriva. El Espíritu Santo, que nos dio la convicción de pecado, ahora nos guía a poner nuestra confianza en Dios. Si nos quedáramos solo con la convicción de pecado, entonces corremos un gran riesgo. El enemigo de Dios puede usar esa situación interna nuestra, y exagerarla con la idea de que no hay nada que podamos hacer, a fin de llevarnos a la desesperación y a la ruina.
Pero cuando aceptamos la guía divina, esta dirige nuestra confianza hacia Dios, quien sí puede ayudarnos. Así, la fe se fortalece, de modo que aprendemos a tener más y más confianza en Dios, quien tiene la solución para nuestra situación pecaminosa. De ese modo, un don natural como la confianza, se transforma en un don espiritual, que es la fe en Dios.
Hay muchos que deciden no creer en Dios (2 Tes. 3: 2). Deciden creer en sí mismos, en algo o en alguien más. Esto es la perversión de la fe. Por esta razón, somos estafados frecuentemente, o nos frustramos, porque ponemos nuestra confianza en alguien que no es fiel. Dios mismo nos guía para que el objeto de nuestra fe sea el correcto. Así que, él no solo es el autor de la fe, en el sentido que nos ha dado una medida de ella a todos, sino que es el consumador de la fe, porque nos ayuda a dirigir correctamente nuestra fe cuando respondemos a la orientación de su Espíritu. Como dijo el apóstol: «Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe» (Heb. 12: 2).

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

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