La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor. Proverbios 15:1.
¿Te has puesto a pensar por qué se pelea la gente? ¿Te has detenido un momento a tratar de encontrarle una explicación a los conflictos que ocurren en el hogar, en el colegio y en la sociedad? Una de las respuestas a estas preguntas está relacionada con la presencia del pecado en el mundo en que nos tocó vivir, y que tristemente infectó todos los ámbitos de la vida humana con dolor y odio.
Personalmente, cuando hablo del tema, menciono el pecado, pero también hablo del principio de la "acción y reacción". ¿Cómo funciona? En determinadas circunstancias una persona acciona palabras o miradas que son interpretadas como hostilidad por quien las recibe o presencia, luego esta segunda persona reacciona con igual o mayor intensidad para "ganar" el conflicto. En muchos casos se forma un círculo vicioso, una historia que se repite y se repite, porque cada nueva acción demanda una reacción.
¿Por qué sería absurdo pelear con una pared? Sencillamente, porque esta no reacciona ante la acción ajena. La podemos criticar, golpear, escupir o hasta insultar, pero la pared nunca responderá a lo que le hagamos. Y en este sentido, cuántas peleas evitaríamos si nos abstuviésemos de reaccionar.
La Biblia no nos prohibe reaccionar, sino que nos anima a hacerlo de una manera distinta. Cuando un familiar te agreda o te insulte, no le contestes del mismo modo, sino de manera tranquila y pacífica. Fíjate que dice: "La blanda respuesta quita la ira", o dicho de otra forma, si a alguien que está airado le contestas de manera suave, se le irá el enojo.
Sé que reaccionar así no es fácil, que muchas veces nos sentimos tan heridos y ultrajados que el sentido de justicia y venganza nos impulsa a querer producir lo mismo en el corazón del otro. Pero Dios, en su amorosa sabiduría, no nos dejó solos con su consejo. Por lo contrario, nos otorga el poder de su Espíritu Santo para que seamos capacitados en santidad y amor. Jesús, antes de ascender al cielo, les aseguró a sus discípulos, "no os dejaré huérfanos", y más adelante amplió el pensamiento: "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad" (Juan 14:18; 16:13).
El Espíritu divino nos impulsará a conocer y a vivir en toda la verdad que poseen las Escrituras, transformará todo nuestro ser para que terminemos con los conflictos en los que participamos muchas veces. Pero antes de hacerlo, tienes que tomar la decisión de abrirle tu corazón. No lo hagas esperar, hoy mismo dile: "Tómame ¡oh Señor! como enteramente tuyo" (El camino a Cristo, p. 69).
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
¿Te has puesto a pensar por qué se pelea la gente? ¿Te has detenido un momento a tratar de encontrarle una explicación a los conflictos que ocurren en el hogar, en el colegio y en la sociedad? Una de las respuestas a estas preguntas está relacionada con la presencia del pecado en el mundo en que nos tocó vivir, y que tristemente infectó todos los ámbitos de la vida humana con dolor y odio.
Personalmente, cuando hablo del tema, menciono el pecado, pero también hablo del principio de la "acción y reacción". ¿Cómo funciona? En determinadas circunstancias una persona acciona palabras o miradas que son interpretadas como hostilidad por quien las recibe o presencia, luego esta segunda persona reacciona con igual o mayor intensidad para "ganar" el conflicto. En muchos casos se forma un círculo vicioso, una historia que se repite y se repite, porque cada nueva acción demanda una reacción.
¿Por qué sería absurdo pelear con una pared? Sencillamente, porque esta no reacciona ante la acción ajena. La podemos criticar, golpear, escupir o hasta insultar, pero la pared nunca responderá a lo que le hagamos. Y en este sentido, cuántas peleas evitaríamos si nos abstuviésemos de reaccionar.
La Biblia no nos prohibe reaccionar, sino que nos anima a hacerlo de una manera distinta. Cuando un familiar te agreda o te insulte, no le contestes del mismo modo, sino de manera tranquila y pacífica. Fíjate que dice: "La blanda respuesta quita la ira", o dicho de otra forma, si a alguien que está airado le contestas de manera suave, se le irá el enojo.
Sé que reaccionar así no es fácil, que muchas veces nos sentimos tan heridos y ultrajados que el sentido de justicia y venganza nos impulsa a querer producir lo mismo en el corazón del otro. Pero Dios, en su amorosa sabiduría, no nos dejó solos con su consejo. Por lo contrario, nos otorga el poder de su Espíritu Santo para que seamos capacitados en santidad y amor. Jesús, antes de ascender al cielo, les aseguró a sus discípulos, "no os dejaré huérfanos", y más adelante amplió el pensamiento: "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad" (Juan 14:18; 16:13).
El Espíritu divino nos impulsará a conocer y a vivir en toda la verdad que poseen las Escrituras, transformará todo nuestro ser para que terminemos con los conflictos en los que participamos muchas veces. Pero antes de hacerlo, tienes que tomar la decisión de abrirle tu corazón. No lo hagas esperar, hoy mismo dile: "Tómame ¡oh Señor! como enteramente tuyo" (El camino a Cristo, p. 69).
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