Espera siete días, hasta que yo vaya a tu encuentro y te enseñe lo que has de hacer (1 Samuel 10:8)
Esperar. Todo un reto. ¿Cómo quedarse sin hacer nada cuando nuestro ser está generando altas dosis de adrenalina que nos impulsan a actuar? La espera de siete días que exigía el profeta Samuel constituía una verdadera prueba no solo para el rey, sino para todo el pueblo. ¿Por qué el profeta requería tal demanda? Porque había tres lecciones que tanto el pueblo como el rey debían aprender.
A ejercitar la paciencia, pues «os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa» (Heb. 10: 36). A tener confianza, pues la confianza «tiene una gran recompensa» (Heb. 10: 35). Y a vivir por fe, ya que «el justo vivirá por fe» (Heb. 10: 38).
¿Te encuentras tú en un escenario similar al de esta historia? ¿Tal vez el fragor de la guerra te pisa los talones? ¿Quizás tus hijos se alejan, tu matrimonio se derrumba, tus amistades se desvanecen y tu mundo sucumbe de dolor? Saúl estaba atemorizado por lo que podía pasar si no hacía nada más que esperar, pero en su caso, al igual que en el tuyo, era necesaria la paciencia, esa virtud que Dios recompensa tan extraordinariamente. Confiar en él tiene grande galardón.
Para esperar sin desesperarse es indispensable la confianza. Jesús ha demostrado que es digno de tu confianza, así que espera con paciencia en él. No trates de ayudarlo a realizar su parte. Dios te pide hoy que hagas su voluntad y lo demás, lo que no puedes hacer por tus propios esfuerzos, déjalo en sus manos, y con paciencia y confianza, espera en él.
Tener la certeza de que Dios está trabajando aunque tú no lo percibas, es la demostración más fidedigna de que tu vida está en sus manos. La misión de Saúl era esperar pacientemente a la manifestación divina, confiando en que su fe no sería defraudada. Tú también has de esperar pacientemente, confiando en que tus problemas, que aparentemente no tienen solución, están en manos del Señor. No hay mayor felicidad, que esta certeza.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Esperar. Todo un reto. ¿Cómo quedarse sin hacer nada cuando nuestro ser está generando altas dosis de adrenalina que nos impulsan a actuar? La espera de siete días que exigía el profeta Samuel constituía una verdadera prueba no solo para el rey, sino para todo el pueblo. ¿Por qué el profeta requería tal demanda? Porque había tres lecciones que tanto el pueblo como el rey debían aprender.
A ejercitar la paciencia, pues «os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa» (Heb. 10: 36). A tener confianza, pues la confianza «tiene una gran recompensa» (Heb. 10: 35). Y a vivir por fe, ya que «el justo vivirá por fe» (Heb. 10: 38).
¿Te encuentras tú en un escenario similar al de esta historia? ¿Tal vez el fragor de la guerra te pisa los talones? ¿Quizás tus hijos se alejan, tu matrimonio se derrumba, tus amistades se desvanecen y tu mundo sucumbe de dolor? Saúl estaba atemorizado por lo que podía pasar si no hacía nada más que esperar, pero en su caso, al igual que en el tuyo, era necesaria la paciencia, esa virtud que Dios recompensa tan extraordinariamente. Confiar en él tiene grande galardón.
Para esperar sin desesperarse es indispensable la confianza. Jesús ha demostrado que es digno de tu confianza, así que espera con paciencia en él. No trates de ayudarlo a realizar su parte. Dios te pide hoy que hagas su voluntad y lo demás, lo que no puedes hacer por tus propios esfuerzos, déjalo en sus manos, y con paciencia y confianza, espera en él.
Tener la certeza de que Dios está trabajando aunque tú no lo percibas, es la demostración más fidedigna de que tu vida está en sus manos. La misión de Saúl era esperar pacientemente a la manifestación divina, confiando en que su fe no sería defraudada. Tú también has de esperar pacientemente, confiando en que tus problemas, que aparentemente no tienen solución, están en manos del Señor. No hay mayor felicidad, que esta certeza.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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