lunes, 17 de enero de 2011

EL HIJO QUE SE FUE

Juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Lucas 15:13.

En muchos de los casos que atendí de hijos con problemas en el hogar, estos amenazan con irse de la casa. La gran mayoría no pasa de amenazas, sin embargo, un número pequeño cumple su amenaza y se va.
Este fue el caso de Claudia, una adolescente de 16 años que por sentirse incomprendida por sus padres y estar muy enamorada de su novio, se marchó sin dejar rastros. La preocupación se hizo sentir no solo en su hogar, sino también en el colegio, pero a pesar de las búsquedas y la denuncia policial, todos los esfuerzos para encontrar a Claudia resultaron infructuosos. Fue al cabo de veinte días, con la ayuda de algunos testigos, que agentes de la policía dieron con el paradero de esta hija extraviada y se la animó para que volviera con su familia.
Al conversar luego con ella, me mencionó la vida disipada que había llevado mientras estuvo fugada con su novio, de cómo en esa situación pensó muchas veces en sus padres. Al fin de cuentas, ella se había mostrado a propósito para que la encontraran. Su aventura causó indecible dolor y sufrimiento a sus padres, y la preocupación de toda la comunidad.
Nuestro Salvador dejó una parábola que relata el caso de un joven que abandonó su hogar. No le importó la comodidad que tenía allí, tampoco le dio importancia al dolor que pudiera causar a su padre, ni la opinión de este.
Simplemente, con la idea romántica de que la vida era sencilla y fácil de manejar, pidió los bienes que le correspondían en su herencia y se marchó del hogar. Cuando quedó arruinado económicamente, recordó a su padre y todos los beneficios que disfrutaba bajo su cuidado, "y volviendo en sí dijo: ...
Mi levantaré e iré a mi padre" (Luc. 15:17, 18).
Uno de los aspectos de la parábola que más me impresionan, es el amor del padre. Lejos de criticar o censurar al hijo por la vida llevada y por la pérdida los bienes económicos, "fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó" (vers. 20). No importaba lo sucio que se pudiera encontrar el hijo o el olor que pudiera despedir, el amor era superior a todo lo feo, y el padre amante se alegró por el regreso de su hijo.
Yo no sé cómo te encuentras tú hoy, no sé cuan cerca o cuán lejos estás de Dios, pero por si por alguna razón te apartaste de su lado, recuerda que te está esperando; te está esperando con los brazos abiertos para abrazarte y para decirte: “Bienvenido, hijo, te extrañé mucho".

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

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