Alábate el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos. Proverbios 27:2.
Aunque sean de la misma edad, cada grupo humano posee características propias e individuales que lo hacen único. Si bien todos los años tenía que darles la materia "Historia Sagrada" a jóvenes de 17 y 18 años, cada nuevo grupo de estudiantes presentaba rasgos distintivos y propios que no habían tenido los anteriores.
Un año tuve el gusto de compartir Doctrinas Adventistas y las profecías de Daniel y Apocalipsis durante nueve meses con el mismo grupo. El rasgo distintivo de la clase era que no sabían dominar su lengua y en todo momento decían malas palabras. Representó una lucha para mí tener que enfrentarlos en diversas oportunidades y hablarles con la Biblia para que vieran que no existe un cristiano a medias, un seguidor de Jesús que lo alabe en la iglesia y luego utilice el mismo don para insultar a un semejante. Soy consciente de que se cuidaban de decir malas palabras delante de mí, pero como me habían dado una amplia participación dentro del grupo, en reiteradas oportunidades me tocó llamarles la atención y hablarles al corazón para que Jesús cambiara su forma de hablar.
Una mañana, mientras daba el sentido espiritual del sexto mandamiento citado por Jesús en Mateo 5:21, 22, les expliqué que estamos transgrediendo esta ley si insultamos y ofendemos a un semejante de manera verbal. Los alumnos reaccionaron y hablaron sobre la gran dificultad que tenían para hablar bien, que no les era sencillo evitar ese mal hábito, y luego pregunté: "¿Acaso no hay nadie aquí que nunca diga malas palabras?" Se hizo un silencio entre los presentes y luego uno de ellos dijo: "Sí, capellán, a Emi nunca lo escuchamos decir malas palabras".
Mi admiración creció más aun por este muchacho, que había sabido ganarse el respeto y la admiración de todos como cristiano, porque no se había dejado llevar por la corriente. Su mejor amigo Jesús era su ideal para vivir y para hablar. Tenía errores y luchas como tenemos todos los que deseamos andar por el "camino estrecho", pero les daba a sus compañeros de clases el ejemplo de un habla pura.
¿Te consideras un amigo cristiano? ¿Pueden ver tus amigos y amigas que amas a Jesús y que lo representas en todos los aspectos de tu vida? Hoy Jesús te invita a que lo aceptes como tu mejor amigo y modelo, porque si tú le pides, él puede darte la santidad. No lo hagas esperar, entrégate a Cristo y dale el mejor lugar en tu corazón.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
Aunque sean de la misma edad, cada grupo humano posee características propias e individuales que lo hacen único. Si bien todos los años tenía que darles la materia "Historia Sagrada" a jóvenes de 17 y 18 años, cada nuevo grupo de estudiantes presentaba rasgos distintivos y propios que no habían tenido los anteriores.
Un año tuve el gusto de compartir Doctrinas Adventistas y las profecías de Daniel y Apocalipsis durante nueve meses con el mismo grupo. El rasgo distintivo de la clase era que no sabían dominar su lengua y en todo momento decían malas palabras. Representó una lucha para mí tener que enfrentarlos en diversas oportunidades y hablarles con la Biblia para que vieran que no existe un cristiano a medias, un seguidor de Jesús que lo alabe en la iglesia y luego utilice el mismo don para insultar a un semejante. Soy consciente de que se cuidaban de decir malas palabras delante de mí, pero como me habían dado una amplia participación dentro del grupo, en reiteradas oportunidades me tocó llamarles la atención y hablarles al corazón para que Jesús cambiara su forma de hablar.
Una mañana, mientras daba el sentido espiritual del sexto mandamiento citado por Jesús en Mateo 5:21, 22, les expliqué que estamos transgrediendo esta ley si insultamos y ofendemos a un semejante de manera verbal. Los alumnos reaccionaron y hablaron sobre la gran dificultad que tenían para hablar bien, que no les era sencillo evitar ese mal hábito, y luego pregunté: "¿Acaso no hay nadie aquí que nunca diga malas palabras?" Se hizo un silencio entre los presentes y luego uno de ellos dijo: "Sí, capellán, a Emi nunca lo escuchamos decir malas palabras".
Mi admiración creció más aun por este muchacho, que había sabido ganarse el respeto y la admiración de todos como cristiano, porque no se había dejado llevar por la corriente. Su mejor amigo Jesús era su ideal para vivir y para hablar. Tenía errores y luchas como tenemos todos los que deseamos andar por el "camino estrecho", pero les daba a sus compañeros de clases el ejemplo de un habla pura.
¿Te consideras un amigo cristiano? ¿Pueden ver tus amigos y amigas que amas a Jesús y que lo representas en todos los aspectos de tu vida? Hoy Jesús te invita a que lo aceptes como tu mejor amigo y modelo, porque si tú le pides, él puede darte la santidad. No lo hagas esperar, entrégate a Cristo y dale el mejor lugar en tu corazón.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
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