Todas vuestras casas sean hechas con amor. (1 Corintios 16:14).
Amenudo pensamos que por el simple hecho de tener buenas intenciones obtendremos buenos resultados. Sin embargo, la vida nos demuestra diariamente que no basta con las buenas intenciones, pues para que tengan resultados positivos deben ir acompañadas de amor. Y es que el amor es el elemento que ha dado origen a nuestro planeta. Cuando las manos del Creador se dispusieron a moldear la existencia de los seres vivos, lo único que las impulsaron fue el amor.
Frases como «de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno» ponen de manifiesto que hace falta algo más que la buena intención para crear una atmósfera divina aquí en esta tierra. La historia recoge atrocidades como el intento de exterminio de la raza judía o la matanza de los cristianos en la arena del circo romano que parecían sustentarse, en las «buenas intenciones» de quienes las pusieron en práctica. Intenciones como dejar al mundo el legado de una raza más pura o liberarlo de una secta de fanáticos que creían en un Dios invisible.
Sería bueno que nos detuviéramos a examinar nuestras acciones. Cuando realizamos nuestras tareas domésticas, ¿qué nos motiva? ¿Preparamos la cena para nuestra familia con discordia, cansancio y quejas, o nos mueve el contemplarlos felices, disfrutando de aquello que con tanto esmero, tiempo y dedicación hemos preparado? ¿Lavar, planchar, fregar, se han convertido para ti en una tediosa rutina o utilizas previamente la lejía del amor para borrar cualquier mancha de tu pensamiento? ¿Te hace pensar el sudor de tu frente que eres infeliz bajo la carga de tanto trabajo, o te impulsa la sonrisa de una familia que puede dormir en paz teniendo el sustento garantizado?
No confíes en las intenciones de tu propio corazón, pues no sirve como puntó de referencia. Solo si Cristo vive en ti podrán ser válidas las intenciones que te motivan a cada acción.
Al enfrentar las tareas cotidianas, tanto las del hogar como las del trabajo, piensa que puedes cambiar el color de tu existencia si dejas que Jesús impregne tus acciones de la suave fragancia del amor. El amor es la única lejía que puede eliminar cualquier mancha.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Amenudo pensamos que por el simple hecho de tener buenas intenciones obtendremos buenos resultados. Sin embargo, la vida nos demuestra diariamente que no basta con las buenas intenciones, pues para que tengan resultados positivos deben ir acompañadas de amor. Y es que el amor es el elemento que ha dado origen a nuestro planeta. Cuando las manos del Creador se dispusieron a moldear la existencia de los seres vivos, lo único que las impulsaron fue el amor.
Frases como «de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno» ponen de manifiesto que hace falta algo más que la buena intención para crear una atmósfera divina aquí en esta tierra. La historia recoge atrocidades como el intento de exterminio de la raza judía o la matanza de los cristianos en la arena del circo romano que parecían sustentarse, en las «buenas intenciones» de quienes las pusieron en práctica. Intenciones como dejar al mundo el legado de una raza más pura o liberarlo de una secta de fanáticos que creían en un Dios invisible.
Sería bueno que nos detuviéramos a examinar nuestras acciones. Cuando realizamos nuestras tareas domésticas, ¿qué nos motiva? ¿Preparamos la cena para nuestra familia con discordia, cansancio y quejas, o nos mueve el contemplarlos felices, disfrutando de aquello que con tanto esmero, tiempo y dedicación hemos preparado? ¿Lavar, planchar, fregar, se han convertido para ti en una tediosa rutina o utilizas previamente la lejía del amor para borrar cualquier mancha de tu pensamiento? ¿Te hace pensar el sudor de tu frente que eres infeliz bajo la carga de tanto trabajo, o te impulsa la sonrisa de una familia que puede dormir en paz teniendo el sustento garantizado?
No confíes en las intenciones de tu propio corazón, pues no sirve como puntó de referencia. Solo si Cristo vive en ti podrán ser válidas las intenciones que te motivan a cada acción.
Al enfrentar las tareas cotidianas, tanto las del hogar como las del trabajo, piensa que puedes cambiar el color de tu existencia si dejas que Jesús impregne tus acciones de la suave fragancia del amor. El amor es la única lejía que puede eliminar cualquier mancha.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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