Con amor eterno te he amado, por eso te prolongue mi misericordia. (Jeremías 31:3).
Cuando Penélope se vio presionada a casarse con otro hombre porque se decía que su esposo, Ulises, había muerto en la guerra de Troya, decidió que nada la separaría de su verdadero amor. Según cuenta la leyenda, prometió que aceptaría casarse de nuevo cuando terminara de tejer un sudario. Para que la elaboración del tejido le llevara la mayor cantidad de tiempo posible, Penélope deshacía por la noche lo que había hecho durante el día, y de esta forma se mantuvo casta los veinte años que Ulises tardó en volver a casa. Así logró la joven enamorada posponer su compromiso y cumplir con los requisitos sociales. Su sagaz astucia y su inalterable fidelidad fueron recompensadas con la recuperación de su amor.
El texto de hoy también es una muestra de amor eterno. Cuando leo este pasaje no siento que Dios está lejos de mí, sino que su presencia me muestra que tengo que acercarme más a él. Cuando el Señor apareció en mi vida no fue. para reprocharme mis errores pasados, sino para atraerme con su amor, para decirme que desde antes de que yo existiera, desde antes de que mis cromosomas fueran generados, ya existía su amor por mí.
A Dios no le interesa mi pasado, sino mi futuro. Él tiene para mí un porvenir grandioso, repleto de bendiciones y esplendor. Mi presente es el punto de partida para escalar ese futuro de victoria.
Tu nombre también es pronunciado por Dios con ternura, bendición y amor. No fueron tus padres los primeros en notar tu presencia en este mundo. Fue tu Dios quien, cuando eras apenas un punto microscópico, ya te amaba, te sentía y te bendecía con el don de la vida. También para ti son las palabras de nuestra meditación. Dios desea que le acerques a él. Desea decirte que te ama. Desea atraerte con bondad. Su amor te quiere alcanzar. Recibe hoy ese amor que es por los siglos, y por los siglos vivirás agradeciéndole, su forma incomprensible pero experimentada de amar. Con lazos de amor Dios te ata a su corazón.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Cuando Penélope se vio presionada a casarse con otro hombre porque se decía que su esposo, Ulises, había muerto en la guerra de Troya, decidió que nada la separaría de su verdadero amor. Según cuenta la leyenda, prometió que aceptaría casarse de nuevo cuando terminara de tejer un sudario. Para que la elaboración del tejido le llevara la mayor cantidad de tiempo posible, Penélope deshacía por la noche lo que había hecho durante el día, y de esta forma se mantuvo casta los veinte años que Ulises tardó en volver a casa. Así logró la joven enamorada posponer su compromiso y cumplir con los requisitos sociales. Su sagaz astucia y su inalterable fidelidad fueron recompensadas con la recuperación de su amor.
El texto de hoy también es una muestra de amor eterno. Cuando leo este pasaje no siento que Dios está lejos de mí, sino que su presencia me muestra que tengo que acercarme más a él. Cuando el Señor apareció en mi vida no fue. para reprocharme mis errores pasados, sino para atraerme con su amor, para decirme que desde antes de que yo existiera, desde antes de que mis cromosomas fueran generados, ya existía su amor por mí.
A Dios no le interesa mi pasado, sino mi futuro. Él tiene para mí un porvenir grandioso, repleto de bendiciones y esplendor. Mi presente es el punto de partida para escalar ese futuro de victoria.
Tu nombre también es pronunciado por Dios con ternura, bendición y amor. No fueron tus padres los primeros en notar tu presencia en este mundo. Fue tu Dios quien, cuando eras apenas un punto microscópico, ya te amaba, te sentía y te bendecía con el don de la vida. También para ti son las palabras de nuestra meditación. Dios desea que le acerques a él. Desea decirte que te ama. Desea atraerte con bondad. Su amor te quiere alcanzar. Recibe hoy ese amor que es por los siglos, y por los siglos vivirás agradeciéndole, su forma incomprensible pero experimentada de amar. Con lazos de amor Dios te ata a su corazón.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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