«Un samarítano que iba de viaje llegó a donde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él», Lucas 10:33.
Tú: ¿Qué tal? ¡Buenos días!
Samaritano: Hola... ¿te conozco?
Tú: Es la primera vez que te escribo, quería platicar contigo.
Samaritano: Pues, mucho gusto... ¿de qué quieres platicar?
Tú: Acabo de ver una película basada en tu historia.
Samaritano: ¿Ah, sí? Y, ¿qué tal?
Tú: Me impresionó ver cómo arriesgaste tu vida por salvar a ese hombre herido, aunque me gustaría más que tú me contaras lo que pasó. Samaritano: Pues mira, yo estaba realizando un viaje muy importante. Tenía el tiempo justo para llegar a la cita. Ya había avanzado una buena parte del camino, cuando de repente alcancé a ver ahí lejos a una persona tirada en el suelo. Yo sabía que ese era un camino muy peligroso, y era mejor que no me detuviera, pero al ver al hombre tuve compasión de él. Tal vez era un padre que sus hijos esperaban. O un hijo que esperaban sus padres ansiosamente.
Tú: De seguro estabas muy sorprendido.
Samaritano: Sí, era una situación muy complicada. Pero afortunadamente llevaba aceite para curarle las heridas, y tenía suficiente dinero para llevarlo a un lugar donde lo cuidaran.
Tú: Esa sí que es compasión.
Samaritano: Si fuéramos más compasivos con los demás no habría tanto sufrimiento. Siempre hay que ayudar a los que lo necesiten.
Tú: Pues tú dejaste un ejemplo bastante bueno.
Samaritano: Un consejo antes de despedirnos: Aprende todo lo bueno que puedas.
Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez
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