No te entremetas, pues, con el suelto de lengua. (Proverbios 20:19).
El don del habla es uno de los más preciados por el ser humano. Poderse comunicar a través de la palabra abre ante nosotros un mundo infinito de posibilidades. Realmente admiro a aquellas personas que, a pesar de no poder hablar, hacen todo lo posible por integrarse en el mundo del sonido en que vivimos. He leído muchas veces la historia de Helen Keller, una mujer que, afectada por las sombras y el silencio, llegó a superarse de una manera extraordinaria.
Este don tan importante creado por Dios para un uso bueno se ha visto bombardeado por el pecado causando males tan grandes que se ha convertido en un enemigo implacable. ¿Cuántas personas han muerto como consecuencia de una orden emitida por este órgano creado para el bien? ¿Cuántos corazones han sido heridos por los dardos venenosos de la palabra? ¿Cuántos niños crecen sin el amor de unos labios cubiertos de besos y caricias? ¿Cuántas vidas han quedado deshechas por las críticas y el desprecio?
El consejo bíblico no solo nos impele a no participar del chisme y la crítica destructiva, sino que nos recomienda alejarnos de. aquellas personas que no tienen en cuenta el valor de sus palabras. Conozco personas que emplean gran parte de su tiempo en interesarse por el prójimo, pero no para socorrerlo y brindarle ayuda cristiana, sino para comentar, criticar, juzgar e incluso levantar falso testimonio. Cuan lamentable será en el día final escuchar las palabras reprobadoras de Cristo: «¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!» (Mat. 7: 23, NV1).
Puede ser que no te consideres una persona con ese defecto, sin embargo, debes mantener la guardia en alto, porque muy sutilmente puedes ceder ante la tentación de realizar algún comentario desfavorable cíe alguna persona, causando mal cri lugar de bien. Pídele a Dios cada día que te ayude a conservar tus labios puros. Corno dice el himno: «Que mis labios al hablar, hablen solo de tu amor». Y recuerda: cuida tu lengua y también tus oídos de la compañía de aquel que tiene la lengua suelta.
Señor, conserva nuestra lengua si mancha.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
El don del habla es uno de los más preciados por el ser humano. Poderse comunicar a través de la palabra abre ante nosotros un mundo infinito de posibilidades. Realmente admiro a aquellas personas que, a pesar de no poder hablar, hacen todo lo posible por integrarse en el mundo del sonido en que vivimos. He leído muchas veces la historia de Helen Keller, una mujer que, afectada por las sombras y el silencio, llegó a superarse de una manera extraordinaria.
Este don tan importante creado por Dios para un uso bueno se ha visto bombardeado por el pecado causando males tan grandes que se ha convertido en un enemigo implacable. ¿Cuántas personas han muerto como consecuencia de una orden emitida por este órgano creado para el bien? ¿Cuántos corazones han sido heridos por los dardos venenosos de la palabra? ¿Cuántos niños crecen sin el amor de unos labios cubiertos de besos y caricias? ¿Cuántas vidas han quedado deshechas por las críticas y el desprecio?
El consejo bíblico no solo nos impele a no participar del chisme y la crítica destructiva, sino que nos recomienda alejarnos de. aquellas personas que no tienen en cuenta el valor de sus palabras. Conozco personas que emplean gran parte de su tiempo en interesarse por el prójimo, pero no para socorrerlo y brindarle ayuda cristiana, sino para comentar, criticar, juzgar e incluso levantar falso testimonio. Cuan lamentable será en el día final escuchar las palabras reprobadoras de Cristo: «¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!» (Mat. 7: 23, NV1).
Puede ser que no te consideres una persona con ese defecto, sin embargo, debes mantener la guardia en alto, porque muy sutilmente puedes ceder ante la tentación de realizar algún comentario desfavorable cíe alguna persona, causando mal cri lugar de bien. Pídele a Dios cada día que te ayude a conservar tus labios puros. Corno dice el himno: «Que mis labios al hablar, hablen solo de tu amor». Y recuerda: cuida tu lengua y también tus oídos de la compañía de aquel que tiene la lengua suelta.
Señor, conserva nuestra lengua si mancha.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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