Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar (Salmo 32:8)
Te haré entender. Con esta expresión Dios nos recuerda las consecuencias del pecado en nuestras vidas. Aunque nos diferenciamos de los animales porque el Creador puso en nosotros la capacidad de raciocinio, parece que no utilizamos como deberíamos ese don tan necesario. Me llama la atención el versículo siguiente: «No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti».
¡Qué triste condición la del ser humano! Aquel que había sido puesto por amo y señor de los animales, recibe de parte de su mismo Creador una amonestación tremenda. Dios mismo nos compara con un mulo, porque somos tercos, testarudos y temerarios.
Hace algunos años vivimos en un lugar rodeado de montañas. Como he pasado mi infancia muy lejos de las montañas, cualquier elevación del terreno constituía todo un reto para mí. Admiraba a aquellos niños, mujeres y ancianos que subían y bajaban la montaña con tanta facilidad. En una ocasión en que celebrábamos una semana de oración, decidí ir con mi hijo a compartir un evento tan especial con nuestros hermanos. Pero para llegar al destino, teníamos que subir una gran loma. Nos dieron un mulo para que mi pequeño de dos años y yo pudiéramos hacer el viaje. ¡Aquello fue una experiencia única en mi vida! Nunca había visto un mulo de cerca, y ahora iba montada sobre uno. ¿Cómo hacerlo avanzar?
El animal iba hacia todas partes menos hacia donde yo le ordenaba ir. Y cuando ya estábamos a punto de llegar, se empecinó en doblar a la izquierda y no había forma de hacerlo girar a la derecha. Alguien vino a ayudarme, pero al animal se le ocurrió ir a pastar a una pendiente. De pronto nos vimos con el precipicio a nuestros pies. ¡Solo Dios pudo controlar aquel animal!
Solo Dios puede controlar nuestros impulsos irracionales, nuestros descalabros emocionales y conducirnos de vuelta al sendero. Escucha la voz divina y sé dócil a su enseñanza y corrección. Dios quiere acercarse a ti, escucha su voz.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Te haré entender. Con esta expresión Dios nos recuerda las consecuencias del pecado en nuestras vidas. Aunque nos diferenciamos de los animales porque el Creador puso en nosotros la capacidad de raciocinio, parece que no utilizamos como deberíamos ese don tan necesario. Me llama la atención el versículo siguiente: «No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti».
¡Qué triste condición la del ser humano! Aquel que había sido puesto por amo y señor de los animales, recibe de parte de su mismo Creador una amonestación tremenda. Dios mismo nos compara con un mulo, porque somos tercos, testarudos y temerarios.
Hace algunos años vivimos en un lugar rodeado de montañas. Como he pasado mi infancia muy lejos de las montañas, cualquier elevación del terreno constituía todo un reto para mí. Admiraba a aquellos niños, mujeres y ancianos que subían y bajaban la montaña con tanta facilidad. En una ocasión en que celebrábamos una semana de oración, decidí ir con mi hijo a compartir un evento tan especial con nuestros hermanos. Pero para llegar al destino, teníamos que subir una gran loma. Nos dieron un mulo para que mi pequeño de dos años y yo pudiéramos hacer el viaje. ¡Aquello fue una experiencia única en mi vida! Nunca había visto un mulo de cerca, y ahora iba montada sobre uno. ¿Cómo hacerlo avanzar?
El animal iba hacia todas partes menos hacia donde yo le ordenaba ir. Y cuando ya estábamos a punto de llegar, se empecinó en doblar a la izquierda y no había forma de hacerlo girar a la derecha. Alguien vino a ayudarme, pero al animal se le ocurrió ir a pastar a una pendiente. De pronto nos vimos con el precipicio a nuestros pies. ¡Solo Dios pudo controlar aquel animal!
Solo Dios puede controlar nuestros impulsos irracionales, nuestros descalabros emocionales y conducirnos de vuelta al sendero. Escucha la voz divina y sé dócil a su enseñanza y corrección. Dios quiere acercarse a ti, escucha su voz.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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