Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Deberá, profetisa (Jueces 4:4)
En una sociedad donde la mujer estaba ausente de la esfera pública, Dios tuvo a bien llamar a una para levantar el estandarte de la verdad ante un pueblo gobernado por un rey débil. En la Biblia leemos que Débora «envió a llamar a Barac [...] y le dijo: "¿No te ha mandado Jehová, Dios de Israel, diciendo 'Ve, junta a tu gente en el monte Tabor y toma contigo diez mil hombres [... ] Yo atraeré hacia ti, hasta el arroyo Cisón, a Sisara, capitán del ejército de Jabín [...], y lo entregaré en tus manos"'?» (Juec. 4: 6, 7).
Nuestro Creador no quiere que nos escondamos bajo la frágil excusa de la feminidad para evadir nuestra responsabilidad como hijas de Dios. Tampoco quiere que nos convirtamos en cabeza, rebajando así la posición que él mismo le otorgó al varón, sino que, con inmenso amor, sabiduría, tacto y cortesía, protejamos su corazón como lo hace la costilla con que fuimos formadas.
A veces nos desalentamos porque nuestra labor como amas de casa parece insignificante. Sin embargo, podemos tomar tuerzas al notar que Dios nos llama para que hagamos una obra en medio de nuestras tareas cotidianas. Cuando oramos con nuestros hijos, cuando decimos una palabra de aliento a nuestro abatido esposo o cuando cantamos un himno de agradecimiento, estamos levantando un estandarte de victoria contra el ejército del maligno que trata de desalentar y destruir.
Si logras devolver bien por mal, si sabes afrontar las luchas de la vida y te vistes con la armadura de Dios, te convertirás en un estandarte del triunfo de la cruz. Entonces, así como antaño, la salvación entrará a tu casa a través de tu unión con Cristo, el cual te asegura la victoria.
Atrévete a ser ese tipo de mujer que no se deja vencer ni por el viento más recio, sino que profundiza sus raíces en la fuente de la vida. Sé la mujer que Dios puede usar para levantar, no para hundir; para triunfar, no para lamentar derrotas. Sé esa mujer que muy pronto será coronada con la más grandiosa victoria.
Tu mayor victoria como mujer es caminar junto a tu Salvador.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
En una sociedad donde la mujer estaba ausente de la esfera pública, Dios tuvo a bien llamar a una para levantar el estandarte de la verdad ante un pueblo gobernado por un rey débil. En la Biblia leemos que Débora «envió a llamar a Barac [...] y le dijo: "¿No te ha mandado Jehová, Dios de Israel, diciendo 'Ve, junta a tu gente en el monte Tabor y toma contigo diez mil hombres [... ] Yo atraeré hacia ti, hasta el arroyo Cisón, a Sisara, capitán del ejército de Jabín [...], y lo entregaré en tus manos"'?» (Juec. 4: 6, 7).
Nuestro Creador no quiere que nos escondamos bajo la frágil excusa de la feminidad para evadir nuestra responsabilidad como hijas de Dios. Tampoco quiere que nos convirtamos en cabeza, rebajando así la posición que él mismo le otorgó al varón, sino que, con inmenso amor, sabiduría, tacto y cortesía, protejamos su corazón como lo hace la costilla con que fuimos formadas.
A veces nos desalentamos porque nuestra labor como amas de casa parece insignificante. Sin embargo, podemos tomar tuerzas al notar que Dios nos llama para que hagamos una obra en medio de nuestras tareas cotidianas. Cuando oramos con nuestros hijos, cuando decimos una palabra de aliento a nuestro abatido esposo o cuando cantamos un himno de agradecimiento, estamos levantando un estandarte de victoria contra el ejército del maligno que trata de desalentar y destruir.
Si logras devolver bien por mal, si sabes afrontar las luchas de la vida y te vistes con la armadura de Dios, te convertirás en un estandarte del triunfo de la cruz. Entonces, así como antaño, la salvación entrará a tu casa a través de tu unión con Cristo, el cual te asegura la victoria.
Atrévete a ser ese tipo de mujer que no se deja vencer ni por el viento más recio, sino que profundiza sus raíces en la fuente de la vida. Sé la mujer que Dios puede usar para levantar, no para hundir; para triunfar, no para lamentar derrotas. Sé esa mujer que muy pronto será coronada con la más grandiosa victoria.
Tu mayor victoria como mujer es caminar junto a tu Salvador.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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