Por la Palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca... Porque él dijo, y fue hecho; él mandó y existió. Salmo 33:6,9.
Cuando tuve 18 años ingresé al ejército para realizar el servicio militar obligatorio. Durante 17 meses hice guardias, aprendí a manejar algunas armas, hice ejercicios interminables, y trabajé en el departamento de finanzas, liquidando los sueldos de oficiales y suboficiales. Uno de los aspectos más notables de las fuerzas militares es la autoridad. Sin autoridad no hay obediencia, y un ejército sin obediencia a sus superiores está condenado al fracaso. Solo cuando hay una real sumisión a la autoridad, es que se puede defender un país o ganar una guerra.
De una manera similar, las Escrituras transmiten en lenguaje humano la autoridad divina. Su autoridad proviene de los cielos, estuvo presente en la tierra en la creación, y está hoy con la humanidad guiando los acontecimientos históricos. Esa Palabra dada por Dios fue la que dispuso un orden para todos los elementos creados, de tal manera que pudiera haber vida en un planeta que estaba "desordenado y vacío".
Aunque muchos en la actualidad crean que el mundo se rige por sus propias leyes, en realidad hay una sapiencia divina que está dirigiendo todo. Las profecías muestran algo de esa autoridad cuando revelan los acontecimientos finales de esta tierra con total exactitud, aunque fueron escritas hace por lo menos 1.900 años. La autoridad divina está presente en cada ser viviente, porque si Dios retirase por un momento su poder sustentador, se terminaría la vida.
Pero más allá de cómo se maneje el mundo, los seres vivos y la historia humana, lo que realmente importa es la autoridad de la Palabra sobre tu vida. Si las páginas sagradas no ejercen ninguna influencia en tu corazón, entonces estás destinado al fracaso y a la ruina, como lo estaría un ejército donde no hay obediencia. Creerse libre porque uno vive a su antojo personal, es solo creer la triste ilusión de Satanás de que los seres humanos podemos ser felices al margen de la ley divina.
Tu decisión es la que vale. Solamente tú puedes elegir ser obediente a la autoridad divina, y de esta manera alcanzar la vida eterna.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
Cuando tuve 18 años ingresé al ejército para realizar el servicio militar obligatorio. Durante 17 meses hice guardias, aprendí a manejar algunas armas, hice ejercicios interminables, y trabajé en el departamento de finanzas, liquidando los sueldos de oficiales y suboficiales. Uno de los aspectos más notables de las fuerzas militares es la autoridad. Sin autoridad no hay obediencia, y un ejército sin obediencia a sus superiores está condenado al fracaso. Solo cuando hay una real sumisión a la autoridad, es que se puede defender un país o ganar una guerra.
De una manera similar, las Escrituras transmiten en lenguaje humano la autoridad divina. Su autoridad proviene de los cielos, estuvo presente en la tierra en la creación, y está hoy con la humanidad guiando los acontecimientos históricos. Esa Palabra dada por Dios fue la que dispuso un orden para todos los elementos creados, de tal manera que pudiera haber vida en un planeta que estaba "desordenado y vacío".
Aunque muchos en la actualidad crean que el mundo se rige por sus propias leyes, en realidad hay una sapiencia divina que está dirigiendo todo. Las profecías muestran algo de esa autoridad cuando revelan los acontecimientos finales de esta tierra con total exactitud, aunque fueron escritas hace por lo menos 1.900 años. La autoridad divina está presente en cada ser viviente, porque si Dios retirase por un momento su poder sustentador, se terminaría la vida.
Pero más allá de cómo se maneje el mundo, los seres vivos y la historia humana, lo que realmente importa es la autoridad de la Palabra sobre tu vida. Si las páginas sagradas no ejercen ninguna influencia en tu corazón, entonces estás destinado al fracaso y a la ruina, como lo estaría un ejército donde no hay obediencia. Creerse libre porque uno vive a su antojo personal, es solo creer la triste ilusión de Satanás de que los seres humanos podemos ser felices al margen de la ley divina.
Tu decisión es la que vale. Solamente tú puedes elegir ser obediente a la autoridad divina, y de esta manera alcanzar la vida eterna.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
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Por David Brizuel
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