Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. Lucas 6:44.
Me impresiona el verbo "conocer". En griego, es el verbo ginosco, que significa más que simplemente conocer la apariencia exterior de una persona; involucra, también, el conocimiento de los sentimientos, de lo que los ojos no ven, de lo que va por dentro. Y Jesús explicó que podemos identificar al árbol que tenemos delante observando su fruto.
Pensemos con más detalle en esta ilustración. Supongamos que no conocemos nada de árboles frutales; jamás vimos un árbol de naranja, ni de higo, ni de plátano, ni de nada. Conocemos las frutas, pero no los árboles. Y, un día, nos llevan a un huerto y nos piden que identifiquemos a cada uno. ¿Cómo sabremos cuál es cuál, si nunca vimos ningún árbol frutal antes? Jesús dice que hay una manera de saberlo: espera a que aparezcan los frutos. Cuando el tiempo llegue, el higo producirá higo y el plátano producirá bananas.
En la vida cristiana, sucede algo parecido. Todo el mundo puede decir que es cristiano, pero la verdad solo se sabe cuando aparecen los frutos: si eres un cristiano de verdad, tu vida mostrará el fruto del Espíritu. Esto no falla.
Jesús trabaja, primero, por dentro, de manera imperceptible; nadie ve la mano maravillosa de Dios que opera el milagro. El Espíritu Santo viene y, de manera silenciosa, te concientiza acerca de las cosas que son necesarias cambiar.
Ve a Jesús, y permítele que trabaje en tu corazón. No te desesperes, si no ves los frutos de inmediato. Ten paciencia; simplemente, no te separes de Jesús: búscalo en oración y a través del estudio diario de su Palabra. Todo lo que realmente vale, en la vida, requiere perseverancia. Entonces, persevera en Jesús; no te separes de él, por nada y para nada.
Haz de este día un día de comunión con Jesús. Que la savia de su vida pase a tus venas y llegue a tu corazón. Sonríe, abre tu corazón a las personas, extiende la mano al necesitado, en fin... permite que los frutos del Espíritu aparezcan de manera natural en tu vida. Y no te olvides: "Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón
Me impresiona el verbo "conocer". En griego, es el verbo ginosco, que significa más que simplemente conocer la apariencia exterior de una persona; involucra, también, el conocimiento de los sentimientos, de lo que los ojos no ven, de lo que va por dentro. Y Jesús explicó que podemos identificar al árbol que tenemos delante observando su fruto.
Pensemos con más detalle en esta ilustración. Supongamos que no conocemos nada de árboles frutales; jamás vimos un árbol de naranja, ni de higo, ni de plátano, ni de nada. Conocemos las frutas, pero no los árboles. Y, un día, nos llevan a un huerto y nos piden que identifiquemos a cada uno. ¿Cómo sabremos cuál es cuál, si nunca vimos ningún árbol frutal antes? Jesús dice que hay una manera de saberlo: espera a que aparezcan los frutos. Cuando el tiempo llegue, el higo producirá higo y el plátano producirá bananas.
En la vida cristiana, sucede algo parecido. Todo el mundo puede decir que es cristiano, pero la verdad solo se sabe cuando aparecen los frutos: si eres un cristiano de verdad, tu vida mostrará el fruto del Espíritu. Esto no falla.
Jesús trabaja, primero, por dentro, de manera imperceptible; nadie ve la mano maravillosa de Dios que opera el milagro. El Espíritu Santo viene y, de manera silenciosa, te concientiza acerca de las cosas que son necesarias cambiar.
Ve a Jesús, y permítele que trabaje en tu corazón. No te desesperes, si no ves los frutos de inmediato. Ten paciencia; simplemente, no te separes de Jesús: búscalo en oración y a través del estudio diario de su Palabra. Todo lo que realmente vale, en la vida, requiere perseverancia. Entonces, persevera en Jesús; no te separes de él, por nada y para nada.
Haz de este día un día de comunión con Jesús. Que la savia de su vida pase a tus venas y llegue a tu corazón. Sonríe, abre tu corazón a las personas, extiende la mano al necesitado, en fin... permite que los frutos del Espíritu aparezcan de manera natural en tu vida. Y no te olvides: "Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón
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