Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Romanos 3:24.
- Perdí mi carrera, mi familia, mi libertad... Perdí mi vida! ¡No me queda nada!
La voz ronca, quebrada y triste de Juana no escondía el volcán de sentimientos que atormentaban su corazón. Escondía sus ojos detrás de unos lentes oscuros, baratos; de esos que compras en la calle por tres dólares.
La calle; tal vez, la calle fue su desgracia. Había sido en la calle que encontró gente que la llevó a la drogadicción y, finalmente, a la cárcel. En la calle sufrió, pasó hambre y durmió. ¡La calle! ¡Ah, calles abarrotadas de gente! Calles asfaltadas. Más peligrosas que los caminos angostos de la jungla. Calles sin alma, sin compasión; calles de muerte.
Todo eso era pasado: en la cárcel, privada de su libertad, fue, irónicamente, donde halló la verdadera libertad.
Madrugada fría de junio; piso helado de cemento; comida de puercos en el suelo, disputada por ratas y cucarachas... ¿Por qué es necesario llegar al extremo de la vida, para reconocer que Jesús es la única salida? En el frío lacerante de aquella celda solitaria, pagaba el castigo por causa de una indisciplina. Allí, Juana se acordó de un versículo de la Biblia, que oía todas las mañanas a través de la radio de otra presidiaría: "Somos justificados gratuitamente por su gracia mediante la redención que es en Cristo".
En el dolor, el corazón se vuelve sensible; en la derrota, se aprende; en la soledad, se piensa. Juana sintió, pensó y aprendió. Aceptó a Jesús como su Salvador, y ese fue el inicio de una nueva vida.
La redención no es solo salvación: la redención significa libertad, porque alguien pagó el precio. El precio no fue oro ni plata, sino la preciosa sangre de Jesucristo. Él sufrió, fue encarcelado y murió para que tú pudieses vivir. Nada, ni nadie, tiene el derecho de quitarte esa libertad.
Un día, Jesús tuvo que subir la angosta calle que lo llevó a la muerte, a fin de que tú salieses de las calles traicioneras de este mundo, y encontrases el Camino: aquel que, con seguridad, te llevará a la vida eterna.
Por eso, hoy, antes de salir a la calle en busca de tus sueños, recuerda que "somos justificados por su gracia, por la redención que hay en Cristo Jesús".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón
- Perdí mi carrera, mi familia, mi libertad... Perdí mi vida! ¡No me queda nada!
La voz ronca, quebrada y triste de Juana no escondía el volcán de sentimientos que atormentaban su corazón. Escondía sus ojos detrás de unos lentes oscuros, baratos; de esos que compras en la calle por tres dólares.
La calle; tal vez, la calle fue su desgracia. Había sido en la calle que encontró gente que la llevó a la drogadicción y, finalmente, a la cárcel. En la calle sufrió, pasó hambre y durmió. ¡La calle! ¡Ah, calles abarrotadas de gente! Calles asfaltadas. Más peligrosas que los caminos angostos de la jungla. Calles sin alma, sin compasión; calles de muerte.
Todo eso era pasado: en la cárcel, privada de su libertad, fue, irónicamente, donde halló la verdadera libertad.
Madrugada fría de junio; piso helado de cemento; comida de puercos en el suelo, disputada por ratas y cucarachas... ¿Por qué es necesario llegar al extremo de la vida, para reconocer que Jesús es la única salida? En el frío lacerante de aquella celda solitaria, pagaba el castigo por causa de una indisciplina. Allí, Juana se acordó de un versículo de la Biblia, que oía todas las mañanas a través de la radio de otra presidiaría: "Somos justificados gratuitamente por su gracia mediante la redención que es en Cristo".
En el dolor, el corazón se vuelve sensible; en la derrota, se aprende; en la soledad, se piensa. Juana sintió, pensó y aprendió. Aceptó a Jesús como su Salvador, y ese fue el inicio de una nueva vida.
La redención no es solo salvación: la redención significa libertad, porque alguien pagó el precio. El precio no fue oro ni plata, sino la preciosa sangre de Jesucristo. Él sufrió, fue encarcelado y murió para que tú pudieses vivir. Nada, ni nadie, tiene el derecho de quitarte esa libertad.
Un día, Jesús tuvo que subir la angosta calle que lo llevó a la muerte, a fin de que tú salieses de las calles traicioneras de este mundo, y encontrases el Camino: aquel que, con seguridad, te llevará a la vida eterna.
Por eso, hoy, antes de salir a la calle en busca de tus sueños, recuerda que "somos justificados por su gracia, por la redención que hay en Cristo Jesús".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón
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