Porque, si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida: (Romanos 5:10).
Ernesto y Vivían habían roto su relación matrimonial de una forma muy drástica. El amor que una vez los había unido había dado paso al odio. Tanto se despreciaban mutuamente que decidieron no volver a verse nunca más. Los dos tomaron rumbos diferentes y la tutela del hijo fue concedida a la madre.
Los años pasaron sin que hubiera ningún tipo de comunicación entre ellos, hasta que un día, mientras Vivían yacía de rodillas sobre un suelo enlutado y cubierta de lágrimas por la muerte súbita de su único hijo, sintió que una mano se apoyaba en su hombro. Allí estaba Ernesto. Olvidando las rencillas del pasado, los dos se abrazaron y lloraron junto a la tumba de su hijo. Desde ese momento las cosas cambiaron, y aquellas personas que se habían distanciado volvieron a unir sus vidas formando el hogar que siempre habían querido tener. Una nueva familia surgió de esa reconciliación. Fue necesaria la muerte del hijo amado para que ellos volvieran a encontrarse y se reconciliaran.
Hace mucho tiempo nuestro mundo sufrió la más dolorosa y abrupta separación. Dos seres que se amaban profundamente quedaban separados por una brecha enorme. Dios y Adán, quienes vivían en armonía y disfrutaban de un amor perfecto y puro, vieron interrumpidas sus buenas relaciones por causa del pecado. El amor de Adán se transformó en justificación propia, y terminó culpando al propio Creador por su falta. Tan terribles fueron las consecuencias de su pecado que las generaciones futuras se olvidaron de Dios y se revelaron contra él. Fue necesario que el único Hijo de Dios muriera para reconciliar al hombre con la divinidad.
Allí, en la cruz del Calvario, mientras el Hijo pendía agonizante del madero, «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados» (2 Cor. 5: 19). ¿Qué impacto produce en tu corazón este mensaje tan sublime?
Mientras Cristo moría, le estaba reconciliando con Dios por medio de su sangre redentora. Ahora has pasado a ser hija de Dios por creación y por redención.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Ernesto y Vivían habían roto su relación matrimonial de una forma muy drástica. El amor que una vez los había unido había dado paso al odio. Tanto se despreciaban mutuamente que decidieron no volver a verse nunca más. Los dos tomaron rumbos diferentes y la tutela del hijo fue concedida a la madre.
Los años pasaron sin que hubiera ningún tipo de comunicación entre ellos, hasta que un día, mientras Vivían yacía de rodillas sobre un suelo enlutado y cubierta de lágrimas por la muerte súbita de su único hijo, sintió que una mano se apoyaba en su hombro. Allí estaba Ernesto. Olvidando las rencillas del pasado, los dos se abrazaron y lloraron junto a la tumba de su hijo. Desde ese momento las cosas cambiaron, y aquellas personas que se habían distanciado volvieron a unir sus vidas formando el hogar que siempre habían querido tener. Una nueva familia surgió de esa reconciliación. Fue necesaria la muerte del hijo amado para que ellos volvieran a encontrarse y se reconciliaran.
Hace mucho tiempo nuestro mundo sufrió la más dolorosa y abrupta separación. Dos seres que se amaban profundamente quedaban separados por una brecha enorme. Dios y Adán, quienes vivían en armonía y disfrutaban de un amor perfecto y puro, vieron interrumpidas sus buenas relaciones por causa del pecado. El amor de Adán se transformó en justificación propia, y terminó culpando al propio Creador por su falta. Tan terribles fueron las consecuencias de su pecado que las generaciones futuras se olvidaron de Dios y se revelaron contra él. Fue necesario que el único Hijo de Dios muriera para reconciliar al hombre con la divinidad.
Allí, en la cruz del Calvario, mientras el Hijo pendía agonizante del madero, «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados» (2 Cor. 5: 19). ¿Qué impacto produce en tu corazón este mensaje tan sublime?
Mientras Cristo moría, le estaba reconciliando con Dios por medio de su sangre redentora. Ahora has pasado a ser hija de Dios por creación y por redención.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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