Por cuanto tú has despojado a muchas naciones, todos los otros pueblos te despojarán, a causa de la sangre de los hombres, y de los robos de la tierra, de las ciudades y de todos los que habitan en ellas. Habacuc 2:8.
La retribución es una ley natural de la vida: "Siembra vientos, y cosecharás tempestades", han repetido las personas desde los tiempos antiguos. Y no existe verdad más concreta. Si realizas actos de bondad, ciertamente las personas te retribuirán de la misma forma. Pero, en los tiempos del profeta Habacuc, la nación caldea era el icono mismo de la perversidad. La perversidad es la intensificación de la maldad. ¿Puede haber mayor maldad que despojar al que fue derrotado? ¿Hacer leña del árbol caído?
El mensaje de hoy es un mensaje de advertencia en contra del abuso de la superioridad. No importa en qué nivel te encuentres ni cuál sea tu posición, siempre existen personas más débiles que tú. Respétalas; no abuses de tus fuerzas o de las condiciones favorables en las que te encuentras.
Los caldeos eran sanguinarios. No se conformaban con derrotar a sus enemigos sino que avanzaban como fieras hambrientas sobre sus víctimas indefensas y abusaban de ellas. Esa actitud, más tarde o más temprano, les traería consecuencias catastróficas. El profeta Habacuc profetizó que la hora de los caldeos había llegado y ellos sorberían el cáliz amargo que hicieron beber a otros.
Haz de este un día de justicia. A lo largo de tu camino, vas a encontrar gente que no puede luchar con tus armas: respétalas, sé humano y compasivo. Las personas golpeadas por la vida ya están sufriendo las consecuencias de sus decisiones equivocadas; el peso de la culpa las atormenta. ¿Para qué hacerlas sufrir más? ¿Para qué echarles en cara que no prestaron oídos a los consejos que les diste un día?
Es fácil reírse del que sufre, del herido, del que no tiene más fuerzas. Pero, se necesita de mucho valor para perdonar, para extender la mano al que un día te hirió. Sin embargo, Dios está dispuesto a darte fuerzas para esto: en la medida en que cultives el compañerismo diario con Jesús, su carácter se reflejará en tu vida, y serás capaz de ayudar al caído.
No olvides el mensaje de Habacuc a los caldeos: "Por cuanto tú has despojado a muchas naciones, todos los otros pueblos te despojarán, a causa de la sangre de los hombres, y de los robos de la tierra, de las ciudades y de todos los que habitan en ellas".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón
La retribución es una ley natural de la vida: "Siembra vientos, y cosecharás tempestades", han repetido las personas desde los tiempos antiguos. Y no existe verdad más concreta. Si realizas actos de bondad, ciertamente las personas te retribuirán de la misma forma. Pero, en los tiempos del profeta Habacuc, la nación caldea era el icono mismo de la perversidad. La perversidad es la intensificación de la maldad. ¿Puede haber mayor maldad que despojar al que fue derrotado? ¿Hacer leña del árbol caído?
El mensaje de hoy es un mensaje de advertencia en contra del abuso de la superioridad. No importa en qué nivel te encuentres ni cuál sea tu posición, siempre existen personas más débiles que tú. Respétalas; no abuses de tus fuerzas o de las condiciones favorables en las que te encuentras.
Los caldeos eran sanguinarios. No se conformaban con derrotar a sus enemigos sino que avanzaban como fieras hambrientas sobre sus víctimas indefensas y abusaban de ellas. Esa actitud, más tarde o más temprano, les traería consecuencias catastróficas. El profeta Habacuc profetizó que la hora de los caldeos había llegado y ellos sorberían el cáliz amargo que hicieron beber a otros.
Haz de este un día de justicia. A lo largo de tu camino, vas a encontrar gente que no puede luchar con tus armas: respétalas, sé humano y compasivo. Las personas golpeadas por la vida ya están sufriendo las consecuencias de sus decisiones equivocadas; el peso de la culpa las atormenta. ¿Para qué hacerlas sufrir más? ¿Para qué echarles en cara que no prestaron oídos a los consejos que les diste un día?
Es fácil reírse del que sufre, del herido, del que no tiene más fuerzas. Pero, se necesita de mucho valor para perdonar, para extender la mano al que un día te hirió. Sin embargo, Dios está dispuesto a darte fuerzas para esto: en la medida en que cultives el compañerismo diario con Jesús, su carácter se reflejará en tu vida, y serás capaz de ayudar al caído.
No olvides el mensaje de Habacuc a los caldeos: "Por cuanto tú has despojado a muchas naciones, todos los otros pueblos te despojarán, a causa de la sangre de los hombres, y de los robos de la tierra, de las ciudades y de todos los que habitan en ellas".
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