«¡Venid, todos los sedientos, venid a las aguas! Aunque no tengáis dinero, ¡venid, comprad y comed! ¡Venid, comprad sin dinero y sin pagar, vino y leche!» (Isaías 55:1).
Una característica de los que tienen hambre y sed de justicia es que ponen todo su empeño en asistir fielmente a la iglesia. El creyente que tiene hambre y sed de justicia nunca desaprovecha la oportunidad de reunirse en la casa de Dios con otros que también tienen hambre y sed de justicia. En la iglesia nos alentamos mutuamente y, juntos, estudiamos la Palabra de Dios y oramos.
Asimismo, de ella salimos juntos para ganar almas para Cristo.
La Biblia no puede ser más clara: «No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca» (Heb. 10:25).
Por desgracia, también hay quienes afirman tener hambre y sed de justicia y en cambio han decidido quedarse en casa porque algunos miembros de la iglesia o los sermones del pastor no son de su agrado. Con frecuencia dicen que obtienen más bendiciones quedándose en casa que acudiendo a la iglesia. Quienes se obstinan en pensar que reciben más bendiciones en casa que en la iglesia, indefectiblemente, empiezan a perder el gusto por la justicia. Empiezan a consumir comida basura espiritual y al cabo de poco tiempo regresan al mundo.
Descuidar la asistencia a la iglesia tiene otro inconveniente. Quien así hace pronto empieza a inventarse sus propias doctrinas o se relaciona con quienes piensan de manera similar.
La iglesia integrada por miembros que tienen hambre y sed de justicia querrá compartir su fe con otros. Asimismo, organizará reuniones públicas, a la vez que sus miembros dan estudios bíblicos y distribuyen publicaciones. De todos es conocido el refrán: «Pájaros de un mismo plumaje vuelan juntos». De manera similar, la iglesia está formada por hombres y mujeres cuyo principal objetivo es vivir en justicia y santidad. Esto se manifiesta, primero, en el hogar y en la iglesia, así como en su trato con los vecinos y los compañeros de trabajo.
Usted pertenece al cuerpo de Cristo. Haga todo lo posible por asistir cada semana a la iglesia. Tenemos que estar muy agradecidos por la libertad que disfrutamos para asistir a la iglesia y alimentarnos con la Palabra de Dios. Ore por su iglesia, el pastor y por todos sus miembros. (Basado en Mateo 5:6).
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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